Michelle Bachelet llega a La Paz justo para la finalización del primer acto de una obra que recién culminara el 2008 y en la que poco puede hacer (además de mostrarse compungida y expresar su preocupación). Brasil en cambio participa activamente en todo lo que ocurre porque la suerte de Bolivia siempre estuvo ligada al gigante latinoamericano.
Este fue un primer acto con altas dosis de tensión y enfrentamiento debido las legítimas presiones indígenas por mayor poder e inclusión, pero también de incertidumbre, por las cada vez más radicales demandas regionales por autonomía y nuevas competencias.
La escena final fue la presentación del proyecto de nueva Constitución en el occidente del país, y mítines opositores en cinco regiones donde se sancionaron a mano alzada estatutos autonómicos, una especie de constituciones regionales muy parecidas a las autonomías en España.
El gobierno desconoce estos estatutos entre otras cosas porque plantea competencias que no está dispuesto a ceder: educación salud, policía, capacidad legislativa y el control de los recursos naturales y la tierra.
Por su parte, la oposición rechaza el proyecto de nueva Constitución porque argumentan que fue aprobado solo por la mayoría oficialista, por ser antiliberal y por tratar de indigenizar el país.
Tanto el proyecto de Constitución como los estatutos autonómicos irán a plebiscitos en los próximos meses, el primer con todo el poder del Estado a su servicio y los segundos por iniciativa ciudadana. ¿El resultado? Imprevisible, la oposición regional y política tiene la esperanza que le insufló la reciente experiencia venezolana; y el gobierno seguro de que su legitimidad y popularidad aún son muy sólidas.
Ahora bien, por primera vez desde que comenzó esta etapa de inestabilidad en Bolivia, hay sectores radicales que comienzan a plantear la solución por el desastre: los grafittis que se pueden ver en Santa Cruz que llaman a las arma y que son de profundo corte racista, y los ponchos rojos que degüellan perros en señal de amenaza son expresiones minoritarias pero que encienden luces de alarma en todos los demócratas del continente. Lo más reciente son afiches con billetes de “100 cruceños” que se imprimieron en esa ciudad. El deseo de una nueva moneda refleja la polarizada que esta la situación y hasta donde están dispuestos a llegar los opositores. Ante expresiones como esa, Evo Morales ha declarado que, para evitar la desintegración del país, esta dispuesto a usar la incluso la fuerza, y esa es una expresión poco común en boca del líder indígena.
En cualquier caso, a pesar de la tregua navideña queda por delante una larga batalla, por el momento, solamente política. Pero está claro que en ambos bandos comienzan a terminarse los adjetivos a los que estábamos acostumbrados, y han pasado a desempolvar los sustantivos.
(Publicado en La Tercera el domingo 16 de diciembre de 2007)
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