Los ciudadanos no votan por decenas de propuestas difíciles de tragar incluso para los especialistas, sino por una o dos ideas, por una promesa redentora. En eso, los venezolanos, los bolivianos o los norteamericanos son exactamente iguales: no les interesa la política más allá de lo que implica para su vida cotidiana. Es probable incluso afirmar que el resultado hubiera sido distinto si otro hubiera sido el caballito de batalla chavista. Por el contrario, si actualmente hay una convicción contemporánea (sobre todo en un continente marcado por las dictaduras) es en la necesidad de la alternancia en el poder, la democracia es el verdadero fantasma que recorre Latinoamérica.
Parte de esta lección rápidamente fue aprendida por Evo Morales por ejemplo, quien plantea ahora que en el referéndum boliviano se vote la Constitución por un lado, y la reelección indefinida por separado (claro, si se llega a destrabar la polarización que mantiene a varias regiones en huelga de hambre, a los prefectos viajando por el mundo pidiendo mediación internacional y a la sociedad más dividida que nunca).
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