Una Guerra Fría criolla

En su acepción moderna, informan las enciclopedias, el término Guerra Fría fue acuñado en 1947 por un consejero del presidente Roosevelt, pero quien lo popularizó -cuándo no- fue un periodista: el famoso Walter Lippmann. En 1991, con la desintegración de la Unión Soviética, el asunto parecía haberse superado, pero el discurso sobre el azufre de Hugo Chávez, y otros datos más reveladores que esa anécdota, como la empantanada discusión en Naciones Unidas para elegir a un representante por Latinoamérica al Consejo de Seguridad, producen un déjà vu que da escalofríos.
Si bien la casi segura renuncia de Venezuela a la candidatura puede considerarse una derrota de su política exterior, ésta es relativa, en tanto logró con ella y otras acciones, posicionarse en el mundo entero como uno de los líderes más fogosos contra George Bush, lo que hoy por hoy no es malo en mucho más de la mitad del planeta.
Lo que no era previsible es que planteara su retirada dejando una bomba de tiempo detrás (lo que demuestra que además de fogoso es creativo), con la sospecha bien fundada de que los gobiernos que respaldaron a Venezuela seguirían en la peligrosa lógica del siglo XX: El enfrentamiento entre dos bloques, supuestamente de "izquierda" uno (el suyo) y "pronorteamericano" el otro (el que se le oponga),
Venezuela afirmó llegó a afirmar que sostendría una candidatura de consenso que, a su entender, debería ser la de Bolivia, lo cual no parece muy probable por dos motivos: el primero y fundamental porque difícilmente Evo Morales pueda considerarse "no alineado" (para continuar con la terminología setentista) y el segundo, sólo para la estadística, porque Evo ni siquiera ha nombrado un nuevo Embajador ante la ONU.
Eso sí, los bolivianos nunca antes fuimos tan famosos ni provocamos tantas discusiones como en estos meses. Si algo hay que agradecerle al gas, a Evo Morales y, por supuesto, a Hugo Chávez, es que a partir de ellos Bolivia es un país que comienza a figurar en el mapa mental de cierta elite que antes la asociaba únicamente a golpes de Estado y a deportes de altura. El problema es que la influencia de Chávez, que había comenzado con helicópteros e inteligencia y que hace poco se tradujo en pactos militares para controlar "crisis internas", hoy es incondicionalidad en política exterior. Eso, lamentablemente, hace poco probable que Bolivia obtenga un derecho que le corresponde como a cualquier otro país.
Por el contrario, la retirada venezolana parecería tratarse del clásico leninista "Wun paso atrás dos adelante", y mal haríamos los bolivianos en jugar de tontos útiles en una pelea a la que no nos han llamado. Alguien escribió que Chávez puede decir y ofrecer cualquier cosa, el problema es que a veces sus oyentes son presidentes.
El chavismo, que ha reemplazado exitosamente al castrismo, merece preocupación, pero no tanto la de chilenos o peruanos como ha ocurrido últimamente, sino de los propios bolivianos, aquéllos que tendrán que pagar en el futuro las consecuencias que tendrá la sumisión actual de sus gobernantes. Como ahora, que se pagan otras, únicamente que donde dice Venezuela habría que poner EE.UU. (sólo para seguir con esa sangrienta dicotomía del pasado).

33% de los chilenos no quieren soberanía para Bolivia

El 33% de los chilenos no quieren darle a Bolivia una salida soberana al mar ni beneficios económicos para exportar sus productos. Sin embargo, el 13% cree que un corredor o una franja de territorio es viable, y el 47% sostiene que hay que dar a los bolivianos beneficios económicos para exportar sus productos.
Estos son algunos de los resultados de la Encuesta Bicentenario Adimark - Universidad Católica que se centró en los cambios culturales de la sociedad chilena.
Si quiere ver la encuesta completa pinche aquí:
Encuesta Bicentenario Adimark Universidad Católica

Réquiem para Evo Morales

Algunos imaginaron que Evo Morales por su extracción racial y política traería estabilidad, inclusión y desarrollo para Bolivia, que después de tres gobiernos débiles y cercados por sus propias contradicciones, Morales iba a ser finalmente quien barajara y diera de nuevo las cartas que le tocaron a Bolivia en suerte.
10 meses después, las razones estructurales del mal endémico boliviano no se han modificado y ni siquiera la buena performance económica y la disminución de la pobreza (en los últimos dos años el PIB per cápita pasó de menos de 900 a 1.000 dólares) han logrado superar el paradigma que los intelectuales bolivianos califican como "rentismo" y que Morales no ha querido modificar. Esto es, considerar al Estado con una gran vaca lechera a la que se puede ordeñar inmisericordemente.
El "rentismo" ha llevado a los mineros a enfrentarse violentamente por los yacimientos de estaño de Huanuni y a una futura nacionalización de la minería.
Pero una nacionalización que, según Álvaro García Linera (el intérprete de Morales para que nadie se preocupe más de lo que debiera), "respetará la inversión privada local y extranjera, mantendrá la presencia de las cooperativas y también de los mineros medianos y chicos". Nuevamente el modelo fracasado de la nacionalización de los hidrocarburos o, como dicen en las calles para referirse a esta ambivalencia que no expropia pero tampoco se juega por el libre mercado: Ni chicha ni limonada.
La muerte de los mineros marca el fin de una relativa tranquilidad durante la cual los bolivianos esperaron a ver qué tenía para ofrecerles el gobierno y, además, obliga a Morales a tomar otra determinación quizá más importante que la propia nacionalización: Todos los cooperativistas de Huanuni (más de 4.000) que se enfrentaron a los sindicalizados, serán contratados por la empresa minera estatal, y se les dará salarios más altos que el promedio nacional.
Los bolivianos comprueban, una vez más, que sólo por la fuerza es posible obtener mejores condiciones de vida. Hace poco el sociólogo Roberto Laserna publicó -en base a una profunda investigación de los conflictos sociales- que mientras más permisivo es el gobierno con ellos, aceptándolos como forma legítima de gestión, éstos se tornan más numerosos e intensos.
Es previsible, entonces, que otros sectores sigan el ejemplo de Huanuni, lo que agravaría la ingobernabilidad hasta grados mayores que los del pasado cercano porque, a diferencia de lo que ocurría con Sánchez de Lozada, la alternativa electoral que significaba el MAS ya no estará presente.
El "rentismo" nacionalizador junto al deterioro institucional (que tiene su máxima expresión en la trabada Asamblea Constituyente) no auguran nada bueno en el mediano y largo plazo. En el peor de los casos hiperinflación como la del gobierno de izquierda de la UDP (1982-1985), más violencia regional y fratricida, y un deterioro creciente de los grados de convivencia y ciudadanía.
"Sin embargo, -se puede leer en Pulso, la más seria revista boliviana- el futuro no está escrito ni hay "maldiciones" que anulen la libertad de los pueblos. Todavía depende de los bolivianos. Todavía es posible parar".

Un convenio militar polémico: El acuerdo entre Bolivia y Venezuela ha generado una dura oposición de Chile y Perú

El acuerdo militar entre Venezuela y Bolivia ha desatado en Chile y Perú no sólo revuelo sino reacciones adversas de todo tipo: desde discursos nacionalistas hasta llamados a la reflexión y a la hermandad latinoamericana.
En Chile, si bien la presidenta Michelle Bachelet se encargó de poner paños fríos al asunto afirmando que se trata de una decisión soberana de Bolivia, también mostró su preocupación y mandó a redactar un comunicado en el que sostiene que espera "transparencia de las actividades militares en los países vecinos para fortalecer la confianza mutua".
Pero para la derecha chilena -que controla la mitad del Congreso y tiene fuerte presencia en sectores claves de la economía, la cultura y la política-, el acuerdo es inadmisible porque pone en peligro la defensa y la seguridad nacional de su país. Los argumentos se basan en algunos incisos del acuerdo, que estarían redactados de forma que podrían dar a entender que Venezuela colaborará militarmente con Bolivia en caso de algún conflicto con países limítrofes (léase Chile), y denuncian que Chávez podría construir bases militares bolivianas en las fronteras que separan nuestro país de su territorio (sin embargo, según lo que anunció el gobierno de Morales, las bases previstas se instalarán sólo en Puerto Quijarro y en Riberalta). Finalmente, recuerdan que Venezuela adquirió mil millones de dólares en armamento ruso, por lo que temen que parte de ese contingente vaya a Bolivia.

Una discusión caliente

Mientras tanto, la discusión en los medios chilenos y la liturgia de los expertos se suceden diariamente con un festín de argumentos que sorprenderían a cualquier observador desprevenido.
Para entender este rebrote nacionalista no sólo hay que remontarse a la larga tradición de desencuentros entre Chile y Bolivia; tampoco basta con pensar que recién termina septiembre, el mes en que se celebran las efemérides patrias chilenas (lo más parecido a un carnaval folclórico que sucede en este país, y que permite bucear en su rico pasado cultural pero donde también prima la euforia nacionalista y el consumismo desatado). Para comprender este asunto hay que enmarcarlo dentro de lo que está sucediendo en la política interna chilena.
Por estos días suscita enormes debates entre los líderes de opinión el voto chileno para renovar al representante de Latinoamérica en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cargo para el que se postula Venezuela, apoyado por países como Brasil y Argentina, además obviamente de Bolivia. El otro candidato es Guatemala, país al que respaldan, entre otros, los norteamericanos, y México. EEUU incluso llegó a advertir que la elección de un venezolano en el Consejo de Seguridad sería otro paso más en el deterioro del sistema de Naciones Unidas.
Si bien el Partido Socialista Chileno se alineó con Venezuela, la oficialista Democracia Cristiana (el principal socio de la coalición de gobierno), ha llegado a decir que habrá un antes y un después en la Concertación si Bachelet apoya a Venezuela.
La Presidenta aún no ha tomado una decisión pero está obligada a hacerlo en los próximos días, luego de meses en los que pensó que el tiempo decantaría las aguas sin saber que en realidad las encresparía.
¿Qué tiene que ver todo esto con los acuerdos entre Venezuela y Bolivia? Que para los que quieren que Bachelet vote por Guatemala (o se abstenga), el acuerdo militar de nuestro país con el de Chávez es un argumento de oro a su favor porque confirmaría la mala predisposición del militar hacia los chilenos.

¿Carrera armamentista?

Hay que decir, sin embargo, que los sectores más cuerdos del Congreso, del oficialismo y de la sociedad, afirman que hay una sobre reacción de la derecha, azuzada por algunos medios de comunicación, y que el acuerdo es similar a otros firmados por Chile.
Sostienen que en los argumentos de algunos de sus compatriotas hay cierta dosis de hipocresía. Primero porque el país que más gastó en armamento en los últimos años es Chile (más de dos mil millones de dólares); y segundo, porque mantiene una Ley Reservada del Cobre aprobada por Augusto Pinochet, a través de la cual se destina el 10% de los ingresos estatales de ese metal a las Fuerzas Armadas, lo que es mucho, pero mucho dinero, y que ha permitido que tengan hoy uno de los ejércitos más poderosos, modernos y mejor armados de la región.
Finalmente, porque Chile tiene 19 convenios militares con otros tantos países, entre ellos uno que firmó con Sudáfrica esta misma semana y otros con Guatemala, Nicaragua, Perú EEUU, Argentina, Ecuador, Gran Bretaña y un gran etc. En total Chile tiene 55 acuerdos de defensa, desde acuerdos de intenciones, hasta convenios de construcción de armamento con 25 países distintos.
Claro que a este enrarecido clima no ayudan declaraciones como las del embajador venezolano en Bolivia quien afirmó que su país estaba dispuesto a derramar su sangre por la causa boliviana (léase la del gobierno de Evo Morales) por lo que si alguien tiene que tener miedo al acuerdo no son chilenos ni peruanos sino los propios bolivianos, sobre todo aquéllos que se animen a ser opositores a nuestro propio caudillo.



RECUADRO

Alan García preocupado

Perú también se ha sentido "ofendido" por el acuerdo con Venezuela. Tanto que su presidente, Alan García, afirmó que percibe un cambio en las relaciones con Bolivia. "¿Qué tiene que ver un tercer país en el establecimiento de bases entre dos países que siempre han sido hermanos? Nos sentimos cercanos a Bolivia y de pronto, que se hable de establecer bases militares es un cambio? (y Perú) tiene que responder a un cambio, pero no vamos a responder de manera militar".
La preocupación de los peruanos se explica por sus naturales e históricas disputas con Bolivia respecto a Chile, pero también porque el panorama político internacional viene bastante complicado para García. Existe la posibilidad de que en Ecuador -un país que está en disputa constante con Perú-, gane la elección presidencial Rafael Correa, un chavista confeso.
Si Correa ganara la elección, dos de las principales fronteras peruanas estarán gobernadas por partidarios del principal enemigo de Alan García, el teniente coronel Hugo Chávez, cuyo candidato en Perú, Ollanta Humala casi le arrebata su segundo periodo presidencial.

Mentira, mentirita

1. Shelagh y Jonathan Routh afirman, en un libro que publicaron hace unos años, que es verdadero un supuesto Codex Romanoff (así llaman los especialistas a algunos de los pocos escritos que se conocen de Leonardo dispersos en varios lugares del mundo), que habría estado escondido en el Hermitage ruso.
Algo similar ocurrió en la década del cincuenta en la Biblioteca Nacional de Madrid donde, al desempolvar viejos papeles sin clasificar, se encontraron tesoros invaluables del hombre más importante del Renacimiento (el Codex Madrid).
Pues bien, este supuesto nuevo Codex trata exclusivamente de cocina, un asunto que Leonardo cultivó apasionadamente. Hay antecedentes al respecto: se sabe que Leonardo fue maestro de banquetes, que le gustaba comer bien y que fue jefe de cocineros de una taberna sin mucho éxito. Incluso se afirma que es el creador de la nouvelle cuisine por su histeria minimalista. Pues bien, "Notas de Cocina de Leonardo da Vinci", dice reproducir el supuesto Codex Romanoff y relata suculentas recetas de la época basándose en hechos reales y en otros inventados, de tal forma que al terminar de leer el libro uno no sabe qué es verdad y qué no (ése quizá su mayor atractivo).
2. En una curiosa definición de Chile, alguien tuvo la ocurrencia de sostener que se trataba de un país de mentiras porque nada hace referencia a su nombre: Isla Negra, por ejemplo (el hermoso lugar que Pablo Neruda eligió para construir su casa y su pulsión enfermiza por coleccionar), no es una Isla y tampoco es Negra, apenas un pueblito entre otros a lo largo de la extensa costa marítima chilena. En ese país las fuentes de soda son restaurantes y un sandwich de jamón y queso se llama Barros Jarpa.
3. En la Argentina la gente creyó que podía vivir como en el primer mundo y que un peso valía igual que un dólar. Pero el mejor chiste de todos los que porteños y provincianos fueron capaces de creerse es el que dice que el sistema bancario es sólido y está del lado de la gente. Ja. Cuando escuche la palabra banquero ponga su mano en la cartuchera.
4. En Bolivia también somos de creernos grandes mentiras, por ejemplo ésa de que la Policía está para servir y proteger en lugar de asaltar y matar (en una calle oscura, entre un maleante y un patrullero, ¿a quién prefiere?); o esa otra ficción autóctona que proclama que todos somos iguales ante la ley. Ja de nuevo.
Vengo de un lugar donde todo es mentira, lo cual sin ser solipsista no debería importarnos. Un graffiti que apareció recientemente señala: el problema no es que nos mientan sino que les creamos. Touché.
5. Por eso nos aferramos a ficciones y mitologías que podemos controlar, mentiras piadosas con final feliz conocido de antemano y no puñaladas falsas y dolorosas por la espalda.
Como están las cosas en el mundo, ¿por qué no creer en Gandalf o en el Codex Romanoff?, asuntos más amables que policías que son ladrones, revolucionarios burócratas y el vuelo de los peces, que así me dijeron era el reino del revés donde dos y dos suman tres.

La historia que pudo ser y no fue

La primicia periodística lanzada por La Tercera el domingo pasado sobre las negociaciones para intercambiar gas y electricidad entre Chile y Bolivia ha tenido amplias y curiosas repercusiones, dando razón a Carlos Fuentes quien sostiene que ?en política los secretos son a voces y sólo las voces son secretas?.
Es que la negociación contemplaba un sistema nada novedoso en la política energética de Evo Morales. Varios de sus colaboradores consideran que el gas debe ser vendido con valor agregado o industrializado, por ello impulsaron este acercamiento con Chile, y tratos como el que están cerrando con una empresa india para explotar en Santa Cruz una de las reservas de hierro más grandes del continente y entregar gas a cambio; o proyectos similares para una mina en el Occidente y para una planta de polietileno en la frontera con Brasil.
La negociación fracasó por el lado boliviano porque este sector tiene fuertes disputas con aquellos que lo acusan de haber ?secuestrado y burocratizado? al Presidente (la salida del Ministro de Hidrocarburos por presión de Petrobras hay que leerla en ese contexto), y porque hoy la negociación con Chile está lejos de las prioridades de supervivencia política del gobierno dado que la popularidad de Morales descendió del 81% en mayo, al 52% en septiembre.
Pelea que también ocasiona que el gobierno sea incapaz de mantener una línea monolítica en su política exterior. Así, en medio de la negociación secreta, el Canciller boliviano llegó a decir que la política de gas por mar estaba superada, lo que fue desmentido 24 horas después por uno de sus colegas, luego de la presión pública y privada de quienes luchan militantemente contra cualquier acercamiento a Chile que no diga acceso al mar con soberanía en la primera página.
Los retruécanos verbales de Choquehuanca, que recientemente llegó a decir que en adelante no hablaría respecto a ninguna negociación (previsor y temeroso de filtraciones como las que publicó La Tercera), no hacen más que confirmar que pese a que cree que sus intuiciones son geniales, suenan ante los países vecinos como las de un ingenuo, sobre todo si hace referencia a proyectos tan delicados que no sólo necesitan viabilidad política, sino ingeniería técnica y financiera, y mucha suerte.
Por su parte, la Cancillería chilena no quiso inmiscuirse y prefirió mirar para otro lado (sobre todo hacia el Perú), quitando el piso imprescindible al asunto. El argumento de que este es un tema entre privados suena hueco: En Chile, cualquier cosa que tenga que ver con el gas y con negociaciones con Bolivia trasciende largamente al ámbito político y gubernamental.
Una lástima. Seis meses atrás, con gobiernos recién estrenados, más de uno se animó a escribir que era el momento para que ambos países resolvieran sus problemas; que dos outsiders de la política (por procedencia cultural y de género) eran una esperanza frente a políticos clásicos. Ahí nos equivocamos todos.
Quienes no lo hicieron fueron algunos emprendedores que siguen buscando alternativas imaginativas, muy riesgosas pero menos ideológicas y más baratas. Un puede apostar que el entendimiento entre Chile y Bolivia provendrá de ideas como ésta. Quizá entonces los funcionarios de ambos países les presten la atención que merecen.

Yo

Soy boliviano de nacimiento, viví en Argentina por ocho años, parte de mi niñez la pasé en México y ahora estoy en Chile... Quizá por eso me siento extranjero vaya donde vaya, lo que es una sensación extraña y reconfortante.

Trabajo en Imaginaccion Consultores en Santiago, pero prefiero dedicarme a otras pasiones (mi hijo Ismael, la literatura y la política, por ejemplo).

Hace años escribí un libro que se llamó "La Columna Robada" (de ahí el nombre de este blog, que es su continuación necesaria).

Colaboro con el periódico La Tercera de Chile y la revista Pulso de Bolivia, por eso muchas de las cosas que lean acá se publicarán días después en esos medios.

Ahhh... me olvidaba, Me gusta el fútbol y cocinar (aunque hago las dos cosas regularmente y no me destaco mucho en ninguna).

Mesías (Chávez como Tom cuando el bulldog lo atrapa)

Según la religión que a uno le guste, el Mesías ya vino (se sacrificó por nosotros y bla bla, bla bla), o está por venir (y aún ni pinta por lo que se sabe); pero que es uno, único, santo, y sólo es un dogma que se comparte entre ambas, sin ambages. Y, ya se sabe, con la mística no hay que meterse (ni con la teología ni la metafísica ni con la mujer de un amigo, que en eso hay que creer o reventar). Pues bien, hay quienes sueñan que pueden hacerse a los Mesías, machos machotes de lo mesiánico (hermosa palabra que comparten sociólogos y políticos, castas ambas que se aman, que se odian, tan igualitas que asustan).
Yo por ejemplo, una vez quise ser Mesías, quise enamorar a una dama con efluvios espirituales y miradas matadoras (hasta que entendí que es mejor el intercambio de fluidos (tibios y calientes, espesos, húmedos y pegajosos)... pero esa es otra historia, una historia machista y obscena); o que se podía sacar buenas notas en la universidad sólo con discusiones políticas (aquí viene la lección moral sobre el estudio, pero ésa también es otra cosa y también es aburrida).
Pues bien, todos hemos querido ser Mesías en algún momento: el que mata con una bomba y se cree poseedor de vida y muerte; o el que cree que lo que dice es correcto, la verdad y la realidad (aunque Perón decía que la única verdad es la realidad, y alguien le argumentó que la realidad es la única verdad, que no es lo mismo pero es igual).
Es también un gran error pensar que los Mesías son solamente religiosos (o músicos), hay Mesías y Mesías. Los de saco y corbata y los desnudos; los que son hombres y las mujeres; Mesías de derecha y de izquierda; Mesías para todos los gustos.
Fue un Mesías Sharon y otro Arafat (Bush, el más grande de todos), es un Mesías Fidel y el Che y, qué duda cabe, Mesías se cree Chávez y así le va.
Cuando el asunto es privado, vaya y pase: A quién le importa que uno tenga el ego inflado, que su autoestima esté por todo lo alto y se considera tan pero tan importante que las demás quedan reducidos a un poroto. Si mi verdad es la verdad, allá yo con el solipsismo, que no hago daño a nadie y lo máximo que pueden hacerme es enterrarme en un psiquiátrico.
Pero cuando el Mesías se mete con los demás, cuidémonos, que Chávez hasta es simpático para la izquierda, para los izquierdistas y los izquierdizantes, que hasta lo defienden y lo quieren y lo extrañan (aunque lo hayan querido voltear la derecha, gringos y ramas anexas y a uno lo subleven esos asuntos). Pero también convengamos que se le ocurrió clausurar medios, poner francotiradores en las azoteas y disparar a quemarropa en lo más parecido a una dictadura que podamos concebir (pero, ya se sabe, dictadura es sólo de derecha); aunque la izquierda, los izquierdistas y los izquierdizantes no quieran reconocer que cuando es blanco y líquido es leche (y si la dejas mucho tiempo al sol se agría).
El Mesías venezolano se desmorona, se nos viene abajo como historieta, como Tom cuando el bulldog lo atrapa. Se viene abajo porque su formación militar le cuadriculó la vida y, nobleza obliga, porque se animó con quien no debía y, está visto, no podía.