La historia que pudo ser y no fue

La primicia periodística lanzada por La Tercera el domingo pasado sobre las negociaciones para intercambiar gas y electricidad entre Chile y Bolivia ha tenido amplias y curiosas repercusiones, dando razón a Carlos Fuentes quien sostiene que ?en política los secretos son a voces y sólo las voces son secretas?.
Es que la negociación contemplaba un sistema nada novedoso en la política energética de Evo Morales. Varios de sus colaboradores consideran que el gas debe ser vendido con valor agregado o industrializado, por ello impulsaron este acercamiento con Chile, y tratos como el que están cerrando con una empresa india para explotar en Santa Cruz una de las reservas de hierro más grandes del continente y entregar gas a cambio; o proyectos similares para una mina en el Occidente y para una planta de polietileno en la frontera con Brasil.
La negociación fracasó por el lado boliviano porque este sector tiene fuertes disputas con aquellos que lo acusan de haber ?secuestrado y burocratizado? al Presidente (la salida del Ministro de Hidrocarburos por presión de Petrobras hay que leerla en ese contexto), y porque hoy la negociación con Chile está lejos de las prioridades de supervivencia política del gobierno dado que la popularidad de Morales descendió del 81% en mayo, al 52% en septiembre.
Pelea que también ocasiona que el gobierno sea incapaz de mantener una línea monolítica en su política exterior. Así, en medio de la negociación secreta, el Canciller boliviano llegó a decir que la política de gas por mar estaba superada, lo que fue desmentido 24 horas después por uno de sus colegas, luego de la presión pública y privada de quienes luchan militantemente contra cualquier acercamiento a Chile que no diga acceso al mar con soberanía en la primera página.
Los retruécanos verbales de Choquehuanca, que recientemente llegó a decir que en adelante no hablaría respecto a ninguna negociación (previsor y temeroso de filtraciones como las que publicó La Tercera), no hacen más que confirmar que pese a que cree que sus intuiciones son geniales, suenan ante los países vecinos como las de un ingenuo, sobre todo si hace referencia a proyectos tan delicados que no sólo necesitan viabilidad política, sino ingeniería técnica y financiera, y mucha suerte.
Por su parte, la Cancillería chilena no quiso inmiscuirse y prefirió mirar para otro lado (sobre todo hacia el Perú), quitando el piso imprescindible al asunto. El argumento de que este es un tema entre privados suena hueco: En Chile, cualquier cosa que tenga que ver con el gas y con negociaciones con Bolivia trasciende largamente al ámbito político y gubernamental.
Una lástima. Seis meses atrás, con gobiernos recién estrenados, más de uno se animó a escribir que era el momento para que ambos países resolvieran sus problemas; que dos outsiders de la política (por procedencia cultural y de género) eran una esperanza frente a políticos clásicos. Ahí nos equivocamos todos.
Quienes no lo hicieron fueron algunos emprendedores que siguen buscando alternativas imaginativas, muy riesgosas pero menos ideológicas y más baratas. Un puede apostar que el entendimiento entre Chile y Bolivia provendrá de ideas como ésta. Quizá entonces los funcionarios de ambos países les presten la atención que merecen.

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