Muertos y heridos, atentados terroristas, pedidos de armas para defender al Presidente, instituciones saqueadas, el embajador de EEUU expulsado con ignominia, aeropuertos tomados, las sedes de los medios asediadas por turbas enardecidas, carreteras intransitables… aquí describo sólo alguno elementos del escenario caótico que enfrentan las regiones opositoras de la Media Luna boliviana, y que comienza a extenderse a todo el país.
¿Cómo se llega a una situación como ésta a tan solo un mes del referéndum en el que Evo Morales ganó con el 67% de los votos? La respuesta es compleja pero tiene mucho que ver con la soberbia.
Soberbia de las regiones y ciudades perdedoras que ahora se saben minoritarias, cercadas geográficamente, desarticuladas políticamente y sin más alternativas para sobrevivir que ceder el discurso y la acción a los sectores ultramontanos que creen que Bolivia es el campo de batalla de la tercera guerra mundial.
Soberbia del gobierno que en lugar de ser magnánimo ante el triunfo y dar una salida honorable a los derrotados, se convenció de que había llegado la hora del desempate político. Así, en lugar de negociar, convocó a otro referéndum con el objetivo de aprobar una Constitución que provoca urticaria a los autonomistas y temor atávico entre la clase media.
¿Qué deparará el futuro? Alejado el diálogo del escenario, las perspectivas no son halagüeñas: violencia civil continua, deterioro institucional aún mayor, y una situación económica en franco retroceso.
¿Guerra civil? Poco probable en tanto el ejército y la policía se han mantenido leales al gobierno, no hay fuerzas separatistas extranjeras ni respaldo social a la balcanización.
Traigo a colación ese tema porque entre los argumentos para expulsar al embajador de EE.UU. se mencionó una supuesta colaboración con los “separatistas” y el expertise que le otorgaba haber tenido participación diplomática en Bosnia y luego en Kosovo, cuando las papas quemaban y mataban.
Al margen de si Philip Goldberg se entrometió en asuntos internos o no, la expulsión —casi inédita en la historia latinoamericana—, aumenta aún más la escalada: el imperialismo siempre fue una baza fuerte a la hora del póker político, y está visto que Evo Morales se dispone a jugar todas las cartas que tiene, cegado como está por la tentación del desempate.
El problema es que —como en toda escalada—, pronto se llegará a un punto de no retorno y, de ahí en adelante, todo puede ser posible.
(Publicado en La Tercera el 12 de septiembre)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario