El poder de la democracia

Nunca antes un Presidente en Bolivia fue elegido así, nunca antes las esperanzas de los pobres y de los indígenas se encarnaron de esa forma. El triunfo de Evo Morales, por su contundencia, por haber sido una elección polarizada entre dos contendientes ideológicamente distintos, por haber sido nacional (tuvo una votación impresionante en Santa Cruz) es, sin duda, histórico. El único referente cercano es quizá el 10 de octubre de 1982 cuando se recuperó la democracia.
Bolivia siempre camina al filo de la cornisa, pero actos democráticos como el del domingo reafirman que es un país que pese a sus dificultades logra evitar la caída. En medio de todos los análisis negativos que se harán sobre el futuro (que sigue siendo muy incierto), es relevante consignar este dato.
No hay que olvidar, sin embargo, que altos dirigentes del MAS anunciaron esa misma noche que se realizarían asambleas populares para elegir a los ministros, mientras que el vicepresidente electo, Álvaro García Linera, decía que ?tiende las manos a los derrotados para que se sumen a esta revolución democrática?, al tiempo que prometía gobernar sin discriminar a ningún sector. Entre ambos extremos gobernará Morales.

Una prueba de fuego: la Constituyente

En meses más habrá una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución en temas como la tenencia de la tierra y la propiedad de los hidrocarburos. Habrá que ver cuál será el camino que tomará Evo: si el que señala García Linera o él de quienes consideran que el indigenismo marxista han llegado para retornar a una sociedad tribal ideal en la que no había clases sociales (y que en realidad jamás existió).
Es también una prueba de la correlación de fuerzas internacional porque la Constituyente es el mismo camino que eligió Hugo Chávez para imponer su modelo de gobierno. En cualquier caso la racionalidad política de Lula y Kirchner puede ser determinante a la hora de determinar el rumbo de Bolivia. Lula es fundamental en la vida política de Evo y probablemente será su mejor consejero.
De cualquier forma, al margen de la importancia del gas en esta elección o de las relaciones con sus vecinos, millones de bolivianos están esperanzados a que algo cambiará en sus vidas y que serán tenidos en cuenta por primera vez. Ese deseo cultural y casi metafísico difiere de la política que apenas es el arte de lo posible (o que es economía concentrada, como decía Lenin). No olvidemos cómo terminó el primer gobierno democrático boliviano en 1985: inmolándose para evitar el quiebre del orden institucional y responsable de la peor hiperinflación que se haya conocido. Si Evo logra superar esa amenaza que es la gran sombra de la izquierda en los últimos 20 años, quizá no logre crecimiento y desarrollo pero sí comenzar un proceso de inclusión social que todos debemos celebrar, aunque no sea suficiente para satisfacer las altísimas expectativas de millones bolivianos que creen que por fin ha llegado su hora.

* Sergio Molina Monasterios es analista internacional de Imaginacción Consultores

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