En las zonas que circundan el Lago Titikaka el azul es tan intenso, que el monocorde tono del adobe apenas lo contrasta. Pero no son los colores predominantes sino la ausencia de ellos lo que llama la atención. Por ejemplo, la del rojo furioso de Jorge Quiroga que en un intento desesperado al final de su campaña echó mano a la iconografía marxista sin resultado alguno, o la del naranja de Samuel Doria Medina que perdió hasta en Mecapaca donde tiene una fastuosa casa de fin de semana rodeada de chozas de campesinos a los cuales regaló alcantarillado, agua potable y litros de pintura.
Morales tuvo en todos esos lugares más del 60% de respaldo, y cerca de Cochabamba ?donde comenzó su carrera política?, hay poblaciones en las que el color azul del MAS logró la totalidad de los sufragios. En los barrios más ricos y excluyentes de La Paz, si uno tiene paciencia, puede ver a muchos blancos verbalizando con más rabia que antes su desprecio a los indios, mientras los campesinos responden con una sonrisa enigmática pensando que incluso allí su candidato a diputado ganó cómodamente.
Iván Arias, un experto en temas indígenas, sostiene que es posible que se esté construyendo una nueva hegemonía que romperá el empate histórico de los últimos años; el voto a Morales ?dice? se divide entre el esperanzado que cree que es un nuevo Mesías y el desesperado de la clase media, compuesta de votantes díscolos que coquetearon con Sánchez de Lozada, fueron seducidos luego por Carlos Mesa y que ahora se sumergen desnudos en el vendaval indígena.
En los cafés de La Paz uno de los principales temas de conversación son los nombres que se barajan para los ministerios claves, algunos sienten escalofríos cuando los escuchan y otros muestran cara de póquer; la realidad ?dicen? es una construcción disparatada, tanto como los rumores que afirman que Cuba y Venezuela se disputan encarnizadamente la reorganización de los servicios de inteligencia.
Mientras esos murmullos se escuchan (?mal intencionados y mentirosos?, explica un dirigente del MAS, ?son rumores, no hagas caso?, dice la canción), la posición oficial de tirios y troyanos es la de esperar. Scott McClellan, portavoz de la Casa Blanca, afirmó hace dos días que ?la relación (con Bolivia) se basará en su compromiso con la democracia?; lo cual quiere decir en buen cristiano: ?Veamos qué pasa y después hablamos?. Las primeras señales no han gustado a los americanos (subirse a un avión enviado por Fidel Castro junto a sesenta de sus colaboradores, o decirle a Chávez que siente que su gabinete está en Venezuela). Sin embargo, Evo todavía no se ha reunido con Lula, que quizá recomiende aspirinas para la resaca del triunfo.
Tampoco comenzó a gobernar. En Washington hacen bailes de gala y se puede ver a los presidentes electos bailando eufóricos en celebración de su triunfo, Evo, más simple, prefiere abrazarse con sus amigos y evitar la corbata. Gracias a Dios hay distancias culturales insalvables, aunque en buena parte del continente siga vigente ese refrán que dice ?otra cosa es con guitarra?.
* Sergio Molina Monasterios es analista de Imaginaccion Consultores
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