¿A la cama con Chávez o con Bush?



Siempre que se escribe sobre Hugo Chávez existe el peligro en caer en simplificaciones. Hace unos días el New York Times le dedicaba un editorial y lo acusaba de utilizar "retórica orwelliana"; y hace unos años The Economist llegó a afirmar que "muy pocos creen que sea un segundo Fidel Castro". Y esto para hablar sólo de la prensa más seria del mundo.
En 1999 García Márquez escribió sobre sus múltiples personalidades: "Me estremeció la inspiración de que había conversado con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país, Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más".
Esa doble personalidad, cercana a un thriller de Hollywood (o a una novela caribeña), es la que genera desconcierto. En Latinoamérica siempre hubo políticos corruptos, mesiánicos, populistas y de todas las formas y calibres imaginables, pero a lo más se podía asociar un par de adjetivos a uno de ellos; pocas veces fue posible, como ahora, unirlos todos (y muchos más) sin equivocarnos.
Es fácil acusar a Chávez de ser un autócrata vinculado a un gobierno antimoderno como el de Irán; nadie duda de las intenciones que tuvo al silenciar el principal canal opositor ni de que ahora quiere perpetuarse en el poder; pero quedarnos sólo con esa argumentación es reduccionista, al igual que pensar que los casi nueve mil millones de dólares que comprometió para este año a países latinoamericanos es ayuda honesta y desinteresada (o sólo parte de su política de agitación y propaganda).
¿Agradecerán los latinoamericanos un caballo que tiene dientes como las latas de sardina en Pisco, los sobornos al ejército boliviano o los maletines de dólares en Argentina, pero que también ha permitido redefinir el mapa energético sudamericano y financiar obras de infraestructura y hasta economías nacionales?
¿Adherirán a Chávez por esos dólares que aunque pase por el filtro de la corrupción y el despilfarro, llega a regiones donde el Estado brilla por su ausencia, la pobreza es endémica y las instituciones están quebradas?
Difícil responder a estas preguntas. De cualquier forma, todas ellas no hacen más que confirmar que el de Chávez es el más importante liderazgo regional en Latinoamérica, a pesar incluso de Brasil. ¿Entre la promesa de etanol verde para el futuro, y los petrodólares contantes y sonantes del gris presente, hay alternativas?
También sirven para atisbar otras profundidades, Chávez está construyendo un liderazgo cuya identidad y razón de ser surgen a partir de la crítica a su Némesis: George Bush. La política neoconservadora norteamericana no sólo ha fracasado sino que, paradójicamente, ha terminado con la doctrina Monroe, aquella que establecía que la única potencia en el continente era EEUU. El que abandona la región (y no se pone) deja el campo fértil para estas tempestades.
Hace un tiempo que Venezuela subsidia el 50 por ciento del valor de la micro para gente pobre en Londres. Su alcalde, Ken Livingstone, ante las criticas de que una ciudad rica no debería aceptar dinero de un país donde el 40% vive en la indigencia, respondió: "Prefiero irme a la cama con Chávez que con Bush, como lo hace el gobierno británico". Y uno puede imaginar que eso (aunque quizá menos retórico) debe estar pasando por la cabeza de muchos latinoamericanos.

No hay comentarios.: