Ahmadineyad no viene a participar de una reunión global como lo hizo en Nueva York, o a manifestar sus convicciones como en la charla que impartió en la Universidad de Columbia (y que habla muy bien de esa institución), sino para establecer vínculos cada vez más estrechos y permanentes con ambos países, que contemplan desde inversiones hasta cooperación en programas energéticos, y gatillan su ingreso en un conflicto mundial del que se habían mantenido al margen.
Actualmente Irán es una de las principales preocupaciones políticas y de seguridad internacional: Francia no dudó hace unas semanas en decir que había que estar preparado para lo peor (la guerra) con ese país, y se han publicado extensos artículos sobre los planes bélicos de EEUU (junto a una crítica detallada de cada uno de ellos, sobre todo porque incluyen todas las opciones posibles, entre ellas la nuclear, pero en los cuales brillan por su ausencia la moderación y el sentido común).
No hay que olvidar, además, que la visita complica el panorama regional porque Irán está fuertemente enfrentado a Argentina por el atentado terrorista contra la AMIA (una asociación judía), que costó la vida a 85 personas en 1994. Ayer nuestros vecinos decidieron llevar el caso ante la ONU, lo cual incrementará una escalada diplomática entre ambos países que ya tuvo perlas como las declaraciones del representante iraní en Buenos Aires quien dijo hace unos días que si ocurre lo que ocurrió “muchos países entenderán que Argentina está a favor de la guerra”.
Por tanto, el flirteo de Venezuela y Bolivia (dos naciones cercanas a la Argentina), con Irán no puede ser entendido sino como parte de una estrategia de expansión y liderazgo continental que está construida sin importar nada más que la oposición a los EEUU.
Y de los dos, Venezuela lejos se lleva la mejor parte, convirtiéndose para países como Bolivia en un "nuevo imperialismo" (o si se quiere en uno alternativo) si nos atenemos a las connotaciones que tuvo el término antaño: dependencia económica, influencia ideológica, en fin, la etapa superior del capitalismo al decir de Lenin, y por tanto su cara más decrépita.
Es que a medida que la influencia de Chávez crece, Bolivia se aleja de los EEUU y aprueba delicias como la imposición de visa a los norteamericanos, incrementa la producción de coca o critica duramente la cooperación de USAID acusándola hasta de conspirar en su contra.
Este clivaje esquizofrénico entre Venezuela y EEUU es el motivo para que este jueves Morales reciba a Ahmadineyad e inicie por primera vez relaciones diplomáticas con una teocracia fundamentalista que tiene antecedentes tan funestos en este lado del mundo.
No es raro, entonces, que los norteamericanos comiencen a preocuparse en serio, tanto, que su embajador en Bolivia pidió a Evo Morales rechazar el programa nuclear iraní, entre otras cosas porque los persas patrocinan el terrorismo. Adivinen cuál fue la respuesta que recibió.
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