La Asamblea Constituyente, en la cual tantos bolivianos habían cifrado sus esperanzas de redención, está a punto de fracasar por un tema que hasta hace unos meses parecía insignificante: el pedido de trasladar la sede de los poderes Legislativo y Ejecutivo a Sucre, lo que es respaldado por la "media luna" en su conjunto y la oposición, y resistido militantemente por la actual sede de gobierno y el oficialismo.
Está reivindicaciones generó una inédita movilización cívica en Sucre y otros departamentos, la que fue respondida con un cabildo de casi un millón de paceños convocados bajo el lema de "la sede no se mueve".
El gobierno optó por respaldar a su principal bastión electoral, y utilizó su mayoría en la Asamblea Constituyente para eliminar el tema del debate, lo que regocijó a La Paz, pero generó una violenta reacción en el resto del país, que se tradujo en un paro en seis departamentos, una masiva huelga de hambre y enfrentamientos en las calles que han impedido que la Asamblea sesione.
Morales considera que este es un movimiento de desestabilización que busca derrocarlo pero se da cuenta de su magnitud, por ello respondió con dos acciones que parecen contradictorias: por un lado convocó a un diálogo interdepartamental que fracasó; y, por otro, prometió para este lunes trasladar a Sucre a miles de indígenas y campesinos para defender la Constituyente. Lo cual ha sido considerado por este departamento como una afrenta similar a la que recibió al finalizar el siglo XIX.
Es que en 1899 ya hubo una guerra civil por el mismo motivo, cuando la sede de gobierno fue trasladada a sangre y fuego esta vez de Sucre a La Paz. Hoy existen sectores temerosos de que se produzcan acontecimientos similares; otros en cambio creen que Bolivia -como es su costumbre-, marchará hacia el abismo y retrocederá a último momento para evitar la catástrofe.
En cualquier caso ha retornado la polarización extrema, aquella que se podría simbolizar en la visibilidad peligrosa que han cobrado dos grupos hasta ahora insignificantes: los "ponchos rojos" (indígenas altiplánicos que algunos consideran el ala paramilitar del MAS y que este fin de semana marchan a Sucre); y la "Unión Juvenil Cruceñista" (un grupo de jóvenes racistas que patrulla las calles de Santa Cruz buscando disidentes).
El gobierno optó por respaldar a su principal bastión electoral, y utilizó su mayoría en la Asamblea Constituyente para eliminar el tema del debate, lo que regocijó a La Paz, pero generó una violenta reacción en el resto del país, que se tradujo en un paro en seis departamentos, una masiva huelga de hambre y enfrentamientos en las calles que han impedido que la Asamblea sesione.
Morales considera que este es un movimiento de desestabilización que busca derrocarlo pero se da cuenta de su magnitud, por ello respondió con dos acciones que parecen contradictorias: por un lado convocó a un diálogo interdepartamental que fracasó; y, por otro, prometió para este lunes trasladar a Sucre a miles de indígenas y campesinos para defender la Constituyente. Lo cual ha sido considerado por este departamento como una afrenta similar a la que recibió al finalizar el siglo XIX.
Es que en 1899 ya hubo una guerra civil por el mismo motivo, cuando la sede de gobierno fue trasladada a sangre y fuego esta vez de Sucre a La Paz. Hoy existen sectores temerosos de que se produzcan acontecimientos similares; otros en cambio creen que Bolivia -como es su costumbre-, marchará hacia el abismo y retrocederá a último momento para evitar la catástrofe.
En cualquier caso ha retornado la polarización extrema, aquella que se podría simbolizar en la visibilidad peligrosa que han cobrado dos grupos hasta ahora insignificantes: los "ponchos rojos" (indígenas altiplánicos que algunos consideran el ala paramilitar del MAS y que este fin de semana marchan a Sucre); y la "Unión Juvenil Cruceñista" (un grupo de jóvenes racistas que patrulla las calles de Santa Cruz buscando disidentes).
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