Hay demasiadas caras de sorpresa con la medida decretada por Evo Morales para creer que todas son sinceras. Era poco probable que el presidente boliviano no cumpliera con una de las dos grandes promesas electorales que hizo. La primera ?una asamblea constituyente? está en marcha, y es otro de los motivos que tuvo para no dilatar más su segunda decisión histórica: la nacionalización de los hidrocarburos.
Lo que sí desconcertó a la región entera fue la oportunidad (y en política la forma muchas veces es tan importante como el fondo): La militarización; el secreto con que se tomó la medida (el Día D lo llamó un ministro y esa fue la única filtración); la reunión de gabinete en la madrugada... una puesta una escena digna del siglo XXI, para una medida que tiene cierto dejà vu del XX.
Como se trata de la tercera nacionalización que hay en Bolivia, la frase que inmediatamente viene a la mente es marxista: La historia se repite primero como tragedia y después como farsa; pero Morales parecería inmune a esas advertencias porque sabe que la negociación con las empresas petroleras será exitosa.
Alguien afirmaba que el gas lamentablemente no está en Suiza. Los petroleros saben tratar con teocracias fundamentalistas, dictaduras sangrientas, regímenes socialistas y capitalistas tejanos. Han sobrevivido en África y Asia, ¿por qué no habrían de hacerlo en Bolivia?
Muchos anticipan las escenas del próximo capítulo: previsiblemente refunfuño de las empresas, firma de nuevos contratos y el congelamiento de las inversiones por seis meses. Pero nada muy dramático en una industria donde el umbral de alarma es mucho más alto que lo normal.
Lo que sorprendió más fue que Morales no tuviera la gentileza de informar a los dos principales socios de Bolivia: Brasil y Argentina, y prefiriera hacerlo a vecinos más lejanos: Cuba y Venezuela. Un ministro argentino se quejaba de que en estos casos se avisa por lo menos 15 minutos antes. Lula, dolido, llamó a Néstor Kirchner para quejarse de que se había enterado por el periódico.
Tenía motivos para estar molesto. A diferencia de Argentina que apenas importa el 4% de lo que consume, más de la mitad del gas que necesita Brasil proviene de Bolivia. Además, el brasileño no está dispuesto a enfrentar una reelección presidencial con las relaciones internacionales tan deterioradas, un MERCOSUR en crisis, una América el Sur caótica y su liderazgo regional puesto en duda. Lejanos están los días en que Evo lo llamaba hermano mayor, o en que Chávez lo tenía en cuenta.
Por eso convocó a una reunión de emergencia a Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Evo Morales, la segunda en menos de un mes. La primera, hace escasas dos semanas (sin Bolivia), fue porque el venezolano se había reunido con los socios pequeños del MERCOSUR, lo que molestó a Brasil y Argentina. En ese entonces Lula y Kirchner le insinuaron a Chávez que se abstuviera de tratar asuntos que consideran sólo de su incumbencia; luego del rapapolvo, lo abrazaron y los tres dieron el visto bueno al Gasoducto del Sur, un proyecto faraónico que unirá a sus países.
La cumbre de emergencia convocada para hoy en las Cataratas del Iguazú será esta vez para llamar la atención a Morales. Servirá también para renegociar precios del gas (Brasil y sobre todo Argentina pagan mucho menos que el precio internacional), y para invitar a Bolivia a integrarse al mega gasoducto. Esta vez Chávez se reirá de quienes lo reprendieron hace sólo 15 días: En la nacionalización boliviana hay una notoria presencia suya, lo que demuestra que Venezuela ya tiene un pie en el sur del continente.
Es que a medida que sube el precio del crudo, o que el Time afirma que es el latinoamericano más influyente, Chávez eleva la voz y ni siquiera Lula y Kirchner pueden detenerlo.
Nuevamente los "tres mosqueteros" (como se auto-definieron) en una cumbre a la que invitaron a un cuarto, quien demostró ?a diferencia de la novela? que puede hermanarse con uno y desafiar a duelo a dos de ellos sin que se le muevan las cejas. Lo de todos para uno, uno para todos es demasiado retro, incluso para Morales.
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