¿Qué habrá ocurrido para que los personajes más rutilantes de la región hayan desaparecido del firmamento mediático o, por lo menos, para que éste se haya nublado y comenzado a serles adverso?
Hugo Chávez que era la estrella de cuanto acontecimiento ocurriera, uno de los pocos actores latinoamericanos a nivel mundial, aquel que se codeaba con los grandes protagonistas de la política internacional (negociaba con Putin, convocaba a Ahmadinejad, abrazaba a Castro), ha disminuido su protagonismo dramáticamente. El otrora acertadísimo político omnipresente, el influyente líder continental hoy se equivoca una vez tras otra como si fuera un principiante en la política.
Evo Morales, uno de los cuadros sociales más lúcidos que han tenido los sectores indígenas en el continente, aupado en los hombros de millones que lo aclamaban y a los que representaba por su asertividad política, hoy se debate en contradicciones no sólo diarias sino horarias, y a una pérdida de autoridad que le impide pisar gran parte de su territorio (lo cual no quita relevancia a otros asuntos de diván como ese en el que un ministro chileno le regala al presidente boliviano “20 Poemas de Amor” y no cualquiera de las otras obras de Neruda, pero ese es otro tema).
Y, finalmente, la Argentina de los Kirchner, aquella que se había levantado de las cenizas milagrosamente se desmorona de nuevo, enfrentadas la “patria soyera” con la “patria peronista”, en un duelo que para sus protagonistas parecería definitivo, y lo definitivo —se sabe— es triste y solitario, pero sobre todo no es político (los héroes de la novela negra pueden ser derrotados, los políticos no).
Se ha escrito mucho sobre la justicia histórica que significaría este declive mediático de izquierda para dar paso a otros líderes antes opacados y que hoy cobran relevancia porque apostaron por una economía sólida, abierta al mundo, de libre mercado, etc., etc. (verbigracia Brasil, Colombia, México, Chile), pero ese análisis está bien para los procesos de largo plazo y para los juicios de la historia, y nosotros apenas escribimos artículos en el periódico.
Quizá la cosa sea más simple y ramplona, y no tenga que ver con lo bien o mal que hagan las cosas esos países (o no solamente); como alguien dijo tan acertadamente alguna vez: “la política es más rasca de lo que parece”.
Luego del plebiscito en el que Chávez fue derrotado; posterior a los referéndums autonómicos en Bolivia en los que Morales perdió; asumida la conciencia machista de que Cristina Fernández es un flanco más débil que el de su esposo; en fin, después de todo eso, parecería que el aura de invencibilidad que rodeaba a estos líderes se vino abajo, y a partir de ahí el despeñadero (dejaron de ser obras de arte, apenas meras reproducciones).
Pasó su “momentum”, un término muy usado en el marketing político que se puede resumir como esa etapa en la que todo le sale bien a uno y mal al oponente. Todos los políticos lo buscan (y que coincida con el día de las elecciones), por supuesto también los presidentes… y quizá los que hemos mencionado lo consigan, ¿quién sabe? A Chávez le toca tener algún acierto, a Morales alguna victoria electoral, a los Kirchner saber que el centro también existe… entonces volveremos a discutir largamente sobre la izquierda continental, sus divisiones y su protagonismo.
Por eso aquéllos que la dan por muerta y enterrada deberían ser más cuidadosos: que algunos líderes de izquierda se hayan desmoronado no quiere decir que sus ideas no tengan adeptos, y en la política pura y dura, lejos del marketing y de la TV, de eso trata.
Coordinador del observatorio de política regional de Chile 21
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