Qué duda cabe, una de las mejores cancillerías del continente es la peruana. Si no fijémonos en los últimos acontecimientos.
Sólo días después de que se reunieran en La Paz los vicecancilleres de Chile y Bolivia para tratar en forma confidencial el problema marítimo (como parte de la agenda bilateral que tienen ambos países), el canciller peruano, José Antonio García Belaúnde, reaccionó y frenó en seco este acercamiento declarando a una oficialista e ignota agencia de prensa que es "bienvenida" la posibilidad de que Chile ceda a Bolivia un territorio de "soberanía compartida" con Perú; en Arica para más datos.
Nadie se lo había preguntado, no era una noticia en la agenda ni en los medios de ninguno de los tres países, pero -por si acaso- decidió advertir a sus homólogos de Chile y Bolivia.
¿Qué significan estas declaraciones en lenguaje no diplomático? Patear el tablero que estaban construyendo trabajosamente chilenos y bolivianos para decir claramente que sobre el mar no se discute sin la participación del Perú.
Lo mismo ocurrió en la década del ‘70 cuando Bolivia y Chile estuvieron más cerca que nunca de arreglar sus históricos problemas (¿se acuerda del "abrazo de Charaña" entre Banzer y Pinochet?). En ese entonces, ante la propuesta de cesión a Bolivia de una franja territorial, el Perú planteo que era mejor convertir Arica en un espacio de soberanía trinacional, lo cual era inadmisible para Chile y Bolivia. Inmediatamente después vino la ruptura y el distanciamiento entre ambos países, que no se recompuso en décadas.
No hay espacio en esta columna para contar episodios como éste que han tachonado nuestra historia compartida, pero sí para esbozar una regla general: En la medida en que Bolivia y Chile se acercan (sea por temas económicos, sea por el mar), Perú activa todo su aparato diplomático y político, recuerda viejas rivalidades y logra en pocos días que Chile reconsidere sus intenciones. Esa regla fue coronada tiempo atrás con una sutileza que alejó definitivamente cualquier posibilidad de salida al mar para Bolivia a través de la frontera norte chilena: Sacó a la luz la ya famosa disputa sobre límites marítimos.
Por eso, al leer las noticias, se siente una profunda sensación de Déjà Vu (y de desasosiego). Lo único que parecería haber cambiado en estos meses es que arrecia la crisis energética y que Bolivia (si dejara de lado sus anteojeras ideológicas) podría jugar un papel determinante en la región en el corto plazo. O quizá no, y eso también estuvo previsto en las declaraciones de Belaúnde.
Ahora bien, en algo tiene razón Perú. Mientras no se "trilateralice" la discusión sobre el tema marítimo, no se avanzará un milímetro. La bilateralidad que plantea la cancillera chilena y más recientemente el gobierno de Evo Morales, parecería conducir al mismo callejón sin salida de siempre.
Mientras tanto, cierto que se puede profundizar la integración comercial o energética, pero no mucho más. Si Bolivia y Chile quieren hablar del mar deben invitar a la mesa a otro comensal, no sólo porque así lo dicen los tratados sino porque así lo dicta el pragmatismo político.
Por lo menos si se quiere hablar seriamente y evitar que nuestras respectivas cancillerías se sigan mandando recados por el periódico.
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