Las elecciones para elegir constituyentes en Bolivia dieron más de una sorpresa.
Si bien el oficialismo mantuvo la votación que había logrado en las presidenciales pasadas y la oposición continúa fragmentada, a diferencia de diciembre de 2005, las expectativas de Morales eran mucho mayores al resultado que finalmente obtuvo; si el MAS esperaba dos tercios de los votos, ayer "apenas" laogró algo más del 50%.
Lo que podría haber sido un plebiscito para confirmar la popularidad de Morales y para ratificar el respaldo a sus políticas, se enfrentó, por culpa del exceso de confianza y de la sensación de que su poder es inagotable y absoluto, a un revés impensado producto de que hace unas semanas tomó una de las decisiones más arriesgadas y quizá más equivocadas de su gestión.
Es que no sólo se votó para elegir constituyentes sino que se realizó un referéndum para aprobar o rechazar las autonomías departamentales, una reivindicación cara a las regiones no occidentales de Bolivia y que representa no sólo a las élites sino que es un anhelo mayoritario de quienes viven en la periferia del país.
Morales equivocadamente identificó esa demanda con las de la oligarquía y, en lugar de apoyarla, como prometió en un principio, o abstenerse como dijo después, decidió oponerse a ella, y hasta amenazó con desconocer el carácter vinculante de la consulta.
Pese a ello, en cuatro de las nueve regiones bolivianas triunfó abrumadoramente la votación por el Sí. Este traspié gubernamental llevó a los voceros de gobierno a hacer malabarismos verbales para justificar que su desazón no era tal.
Estaba claro, sin embargo, que no esperaban un apoyo tan contundente a la autonomía, sobre todo si éste se ha dado en lugares como Santa Cruz y Tarija, dos departamentos claves por su importancia económica y energética.
Si el gobierno antes de la elección incluso amenazó con desconocer los resultados, anoche se cuidaba de decirlo públicamente porque sintió el golpe y sabe que puede jugar con fuego pero no tan cerca del incendio en un país que siempre vive al borde del abismo y que tiene una disputa regional sólo parecida a la que vivió en el siglo XIX y que convirtió a La Paz en capital de la República en desmedro e Sucre.
De tal forma, la Asamblea Constituyente se verá envuelta no sólo en pugnas ideológicas de variados colores, sino en disputas regionales que si uno mira la historia, son más difíciles de resolver y más traumáticas.
La voluntad democrática de los bolivianos que concurrieron a las urnas, desechando la abstención que tanto temían los analistas, y el cruce de su voto (muchos apoyaron al gobierno en la Constituyente, pero votaron contra él en el referéndum) demuestra su talante democrático, lo que hará más difícil el camino hacia el modelo chavista y plebiscitario de la política en el que está embarcado el régimen.
Es, en resumen, un triunfo de la democracia porque nuevamente en Bolivia llegó la hora de las alianzas y los pactos en busca de los dos tercios de los constituyentes, por ejemplo, para que se apruebe la reelección presidencial que tanto seduce a los asesores del primer mandatario boliviano y a él mismo.
A primera vista parecería que el poder de Morales se vio consolidado apero ayer sufrió más de lo que esperaba y, se sabe, la política es muchas cosas, pero también es cuestión de expectativas.
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