Bolivia cifra sus esperanzas en La Haya y en Bachelet

 Nota publicada en La Segunda el 19 de febrero de 2014

Para entender los motivos que llevaron al presidente Morales a presentar la demanda boliviana contra Chile ante La Haya y a actuar como lo hace, se debe recordar que siempre miró de cerca el proceso judicial entre Chile y Perú del que se ha hablado hasta el cansancio en estas mismas páginas. También en Bolivia ese fallo ha desatado todo tipo de análisis, y muchos sostienen que  es favorable simplemente porque los jueces citaron las negociaciones de Charaña y porque demostraría que la política exterior chilena no es invencible.

Sin embargo, hay quienes somos más escépticos. En primer lugar porque otorga certezas que antes no se tenían y, a la larga, consolidará aún más una relación que deja a Bolivia aislada y con poca capacidad de negociación. Además, el “triunfo” peruano permite reconciliar a esa sociedad con uno de sus principales fantasmas: la derrota permanente frente a su adversario poderoso. No debe olvidarse que Perú ha dado muestras constantes del poco interés que tiene en un acuerdo entre Chile y Bolivia. Una parte de su pretensión ante La Haya tenía ese sentido implícito.

Además difícilmente podrá replicarse entre Chile y Bolivia el escenario de las “cuerdas separadas” toda vez que se multiplican las voces discordantes con esta política y porque a los bolivianos lo único que les interesa es la cuestión marítima. Encapsular la demanda, entonces, parece poco realista.

Finalmente, es muy pronto para afirmar que el fallo podría significar una revisión de los fundamentos de la política exterior chilena con sus vecinos (“pelear con dos de tres no es precisamente edificante”, sostienen), por el contrario, quizá sigan prevaleciendo quienes hacen de la defensa del statu quo una cuestión de fe.

En cualquier caso, Morales no sólo estará presente en la toma de mando de la presidenta Bachelet, sino que espera ese día con expectación, al igual que las señales que  se irán entregando en estos meses, las cuales serán analizadas con detenimiento para ver si es posible restituir una confianza perdida hace ya varios años o si la relación se reducirá a tribunales de justicia y declaraciones beligerantes (para lo cual hay ganas, recursos ilimitados y buenos abogados).

Por tanto y dado que Bolivia no retirará su demanda, la primera pregunta que deberá formularse el nuevo gobierno es: ¿dialogar con Bolivia sobre el mar mientras hay una demanda pendiente o recluir la relación bilateral a los tribunales?

Vaya disyuntiva. Por lo pronto lo único que sabemos es que Bolivia está dispuesta a que el Presidente Piñera se convierta en el chivo enviado al desierto a expiar las culpas de unos y otros.

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Sergio Molina Monasterios es boliviano y chileno

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