Bond en ¿Chile o Bolivia?

(Artícuo de Sergio Paz publicado el 28 de marzo en El Mercurio).- Cielos: nunca había escuchado tanta estupidez junta. En serio. Todo por culpa de 007, el agente que finalmente aterrizó en Chile. O en Bolivia. Ya no se dónde. Y, claro, la pregunta es sólo una: ¿De verdad importa? ¿Tan diferente es el Altiplano chileno al boliviano? ¿Tanto el malestar a que nos confundan con nuestros vecinos? Por favor. ¿De qué estamos hablando? ¿Acaso Chile no es un país sudaca antes que un país? ¿Acaso aquí también no hay desolación, sol que quema, corrupción? ¿Por qué la manía de creernos diferentes?
Reviso la prensa y, en estos intensos días Bond, sorprenden las declaraciones de ilustrados de escritorio. Hernán Rivera Letelier —papá calamina— dice, por ejemplo, que 007 y sus huestes nos han venido "a faltar el respeto mostrándonos como una caricatura. Sólo falta que les pongan plumas y taparrabos a los extras". ¿Qué onda? ¿Por qué? ¿Acaso en el Altiplano chileno la gente no usa ponchos, devora quinoa y habla en aimará? ¿De dónde tan distintos? Diablos. La gente siempre tan gente. ¿Conocen a Manuel Rojas, no el escritor sino el diputado? Yo no. Hasta ahora. Cuando se le ocurrió pedir a Paulina Urrutia que revise el guión. Ayayay. ¿Y qué pensará la ministra? ¿Invitar a Daniel Craig a tomar té a La Moneda? Mmm. No lo creo: si no lo hicieron con Morricone, está claro cómo va la mano. El artista tiene que rentar. Da lo mismo el currículum. Sí, en cambio, que saque suspiros entre las cocorocas invitadas. Aparte, el Gobierno —a su manera— ya se pronunció. Días atrás la propia ministra de Bienes Nacionales, Romy Schmidt, desmintió (¿qué tiene que estar desmintiendo Romy Schmidt?) que, en la nueva película de James Bond, Chile (Chilito) vaya a aparecer como territorio boliviano. Cosa que, por cierto, a nadie le puede quedar muy claro. Basta saber que en "Quantum of solace", la película, unos malvados apoyan a un dictador, no sin que antes les obsequie un olvidado territorio rico en minerales. Y la cosa es clara: ese país es Bolivia.
Nada de cuentos. Que sí, que no. Es Bolivia y punto. Cómo entra Chile luego a batallar, no tengo idea. Pero, más allá de las suposiciones (que por cierto son obvias) ¿importa? Me van a disculpar pero cuando uno va a ver una película de James Bond no está pensando en Mapcity sino en cómo se ven las preciosuras de Europa del Este en un Aston Martin recién salido de taller. La cosa es grave, en serio. De un segundo a otro, los que ven cómo los monumentos nacionales se desploman frente a sus narices preparan viajes urgentes para ir a proteger Cobija de los daños que podrían provocar los humos de los efectos especiales. De antología fue, también, la insólita perorata del encargado regional de Sernatur (¡de Sernatur!) quien dijo, textual, que "cuando decidimos aceptar la filmación de la película lo hicimos porque traería muchos beneficios a Chile. No nos sirve de nada que no aparezca nuestro nombre". ¡Santo cielo! ¿Desde cuándo Sernatur presta locaciones para hacer películas?
Chile, Chile. Aquí no hay indios. No hay pobreza. Y James Bond, en cualquier minuto, cambia la nieve de Austria por el ripio de San Pedro. Es que aquí somos choros. Claro que a veces da lástima ser testigo del chovinismo nacional. Ese que redunda no sólo en que nos cuesta regarle una playa piñufla a Bolivia sino que aparte, cuando nos conviene, nos queremos quedar con su trabajada imagen del peor país tercermundista. Simple —y llanamente— relamida esquizofrenia nacional.

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