Dejen en paz a James Bond

Bienvenido a la discusión más xenófoba, premoderna y provinciana de los últimos años.
Los protagonistas: un grupo de chilenos que no quiere verse como bolivianos (pero se ven), un grupo de bolivianos que no quiere mostrar que en Bolivia hay narcos (pero los hay), y mucha gente que no entiende que el cine es un negocio.
Los hechos: la irrupción de un alcalde iracundo a la filmación de la película de James Bond para detenerla, lo que le significó la cárcel (...ojalá lo hubieran detenido por creerse mejor que los bolivianos, pero para eso no hay pena), y un Minstro que se queja a los productores de la película porque no le gusta el guión (sin haberlo leído, por supuesto).
¿No son acaso los elementos del mejor sainete y del peor nacionalismo que se pude ver hoy en día? Si no fuera trágico hasta podríamos reírnos de la infinita estupidez del ser humano.
Yo por mi parte espero ver la película y tratar de olvidar el espectáculo que están (estamos) dando.
En tanto -ya sin esperanza alguna- sólo nos resta esperar que un día de estos alguien recuerde orgulloso y erúdito la crítica al entrañable Donald porque tiene un tío rico, o a Superman por imperialista y volador.

Pablo Groux dispara contra James Bond

(La Razón, 4 de abril).- El viceministro de Desarrollo de las Culturas, Pablo Groux, remitió una carta a los productores de la película Quantum of solace criticando “la estigmatización de los bolivianos” en la saga del agente 007 que mostrará a Antofagasta como territorio de Bolivia. La autoridad puntualizó que “el país tiene las condiciones necesarias para ser la locación de cualquier producción cinematográfica”.
“Como institución encargada de velar el desarrollo cultural, hemos remitido una nota al productor Michael Winson, con atención al director Marc Forster, expresando nuestras observaciones sobre la película de Bond”, explicó Groux a La Razón.
En la misiva, el viceministro recordó que Bolivia reúne los requisitos para ser sede de cualquier megaproducción: “No es necesario usar locaciones que no son las bolivianas para ambientar escenarios que supuestamente son bolivianos”, señaló.
Una crítica más severa le mereció el contenido de la cinta: “Entiendo que en la película hay una banda de narcotraficantes de Bolivia. Ese estigma no debe caracterizar a los bolivianos, ni siquiera en el contexto ficcional de la producción de Bond”.
El viceministro comentó que “se veía venir” la protesta del alcalde chileno Carlos López contra Quantum of solace. “Cuando la saga de Bond muestra a Antofagasta como boliviana crea rechazo en el sector conservador chileno. En Bolivia vivimos una histórica reivindicación marítima que con esta ficción se actualiza, aunque no forme parte de la película sino del contexto”.
Groux no espera respuesta. “Está claro que se trata de una producción industria empresarial que hace esa abstracción de las condiciones históricas”, dijo.

Bond en ¿Chile o Bolivia?

(Artícuo de Sergio Paz publicado el 28 de marzo en El Mercurio).- Cielos: nunca había escuchado tanta estupidez junta. En serio. Todo por culpa de 007, el agente que finalmente aterrizó en Chile. O en Bolivia. Ya no se dónde. Y, claro, la pregunta es sólo una: ¿De verdad importa? ¿Tan diferente es el Altiplano chileno al boliviano? ¿Tanto el malestar a que nos confundan con nuestros vecinos? Por favor. ¿De qué estamos hablando? ¿Acaso Chile no es un país sudaca antes que un país? ¿Acaso aquí también no hay desolación, sol que quema, corrupción? ¿Por qué la manía de creernos diferentes?
Reviso la prensa y, en estos intensos días Bond, sorprenden las declaraciones de ilustrados de escritorio. Hernán Rivera Letelier —papá calamina— dice, por ejemplo, que 007 y sus huestes nos han venido "a faltar el respeto mostrándonos como una caricatura. Sólo falta que les pongan plumas y taparrabos a los extras". ¿Qué onda? ¿Por qué? ¿Acaso en el Altiplano chileno la gente no usa ponchos, devora quinoa y habla en aimará? ¿De dónde tan distintos? Diablos. La gente siempre tan gente. ¿Conocen a Manuel Rojas, no el escritor sino el diputado? Yo no. Hasta ahora. Cuando se le ocurrió pedir a Paulina Urrutia que revise el guión. Ayayay. ¿Y qué pensará la ministra? ¿Invitar a Daniel Craig a tomar té a La Moneda? Mmm. No lo creo: si no lo hicieron con Morricone, está claro cómo va la mano. El artista tiene que rentar. Da lo mismo el currículum. Sí, en cambio, que saque suspiros entre las cocorocas invitadas. Aparte, el Gobierno —a su manera— ya se pronunció. Días atrás la propia ministra de Bienes Nacionales, Romy Schmidt, desmintió (¿qué tiene que estar desmintiendo Romy Schmidt?) que, en la nueva película de James Bond, Chile (Chilito) vaya a aparecer como territorio boliviano. Cosa que, por cierto, a nadie le puede quedar muy claro. Basta saber que en "Quantum of solace", la película, unos malvados apoyan a un dictador, no sin que antes les obsequie un olvidado territorio rico en minerales. Y la cosa es clara: ese país es Bolivia.
Nada de cuentos. Que sí, que no. Es Bolivia y punto. Cómo entra Chile luego a batallar, no tengo idea. Pero, más allá de las suposiciones (que por cierto son obvias) ¿importa? Me van a disculpar pero cuando uno va a ver una película de James Bond no está pensando en Mapcity sino en cómo se ven las preciosuras de Europa del Este en un Aston Martin recién salido de taller. La cosa es grave, en serio. De un segundo a otro, los que ven cómo los monumentos nacionales se desploman frente a sus narices preparan viajes urgentes para ir a proteger Cobija de los daños que podrían provocar los humos de los efectos especiales. De antología fue, también, la insólita perorata del encargado regional de Sernatur (¡de Sernatur!) quien dijo, textual, que "cuando decidimos aceptar la filmación de la película lo hicimos porque traería muchos beneficios a Chile. No nos sirve de nada que no aparezca nuestro nombre". ¡Santo cielo! ¿Desde cuándo Sernatur presta locaciones para hacer películas?
Chile, Chile. Aquí no hay indios. No hay pobreza. Y James Bond, en cualquier minuto, cambia la nieve de Austria por el ripio de San Pedro. Es que aquí somos choros. Claro que a veces da lástima ser testigo del chovinismo nacional. Ese que redunda no sólo en que nos cuesta regarle una playa piñufla a Bolivia sino que aparte, cuando nos conviene, nos queremos quedar con su trabajada imagen del peor país tercermundista. Simple —y llanamente— relamida esquizofrenia nacional.


















(Artículo publicado en La Razón).- Según la encuesta de marzo de la empresa Ipsos Apoyo Opinión y Mercado Bolivia, la aprobación del presidente Evo Morales subió un punto, en comparación a febrero. Es decir, de 55 a 56.
El estudio, aplicado en cuatro ciudades (La Paz, El Alto, Santa Cruz y Cochabamba), indica que la mayoría de la gente cree que los conflictos aumentaron en relación a hace 12 meses. El 54 por ciento cree que hay más conflictos, el 28 por ciento considera que hay igual cantidad y el 16 por ciento dice que hay menos.
Respecto al proyecto de Constitución del MAS, la aprobación subió de 36 a 41 puntos, el rechazo bajó de 48 a 41 y el 18 por ciento no precisó.