Cada cierto tiempo los bolivianos nos empecinamos en una de las tareas más difíciles que puede arrogarse una sociedad: autocumplir profecías. En este caso, aquellas que presagiaban la división, el enfrentamiento fraticida, la balcanización, en fin, descender un escaño más en ese cono profundo con el que Dante simboliza el infierno.
Por ejemplo, a diferencia de antaño cuando sólo un grupo de cruceños eran los díscolos, hoy se comienza a hablar de toda una "media luna" rebelde (los cuatro departamentos del oriente que representan esa figura en el mapa). La autonomía que hasta hace poco era delirio de dirigentes provincianos hoy moviliza a cientos de miles de ciudadanos. Finalmente, lo que parecía una división política se convierte en sociológica: el respaldo a Evo Morales es del 80% en El Alto, pero la cifra tiene su imagen especular en Santa Cruz.
El actual gobierno -celebrado por propios y extraños como la respuesta a la exclusión-, está consolidando la polarización y dotándola de bases sociales, soliviantando a la clase media, y permitiendo que en ambas facciones surjan grupos antidemocráticos que aconsejan a quien quiera oírlos que ha llegado el momento de un ajuste de cuentas histórico.
Hay una diferencia cualitativa entre ésta y otras crisis. El gobierno está despertando fantasmas dormidos que cuesta mucho conjurar: ha llamado a las FFAA a intervenir en el proceso político, y hace vista gorda de los reaccionarios de ambos bandos que violentan a indios o a blancos.
Sin embargo, esta crisis también es una oportunidad (disculpen el cliché): El Presidente comienza a reconocer que le será difícil imponer un proyecto hegemónico sin ceder (por lo menos democráticamente), y no sólo ha felicitado a los opositores sino que los ha convocado a un diálogo del que todos esperan humo blanco. Hay quienes dicen que Morales sólo entiende el lenguaje de las calles, pues bien, la multitudinaria movilización parece haber hecho mella en su incombustible confianza sobre el curso de la historia.
El problema es que pese al diálogo, estructuralmente las posiciones parecen irreconciliables: La demanda de autonomía de la "media luna" chocará indefectiblemente con el modelo centralista y estatista del gobierno; y la Asamblea Constituyente está empantanada en una discusión bizantina sobre formas y amenaza con explotar cuando comience a discutir contenidos.
Por ahora, los pronósticos no anuncian cambios revolucionarios ni geográficos (por lo menos mientras esos grupos racistas y premodernos no seduzcan a las grandes mayorías democráticas), pero sí se prevé más y mayor inestabilidad.
Ojala que nada de esto ocurra, ni aquellas profecías divisionistas ni éstos pronósticos pesimistas, que prime la sensatez y se imponga la ética de la responsabilidad por sobre la de las convicciones. Ojala desistan aquellos que piensan que ha llegado el momento de clavar un letrero sobre el mapa de Bolivia que diga "abandonad aquí toda esperanza"; otros, en cambio, sostenemos que aún es posible que Morales eche mano a las reservas republicanas que tiene para ejercer su mayoría democráticamente.
* Sergio Molina Monasterios, politólogo, analista de Imaginaccion Consultores
No hay comentarios.:
Publicar un comentario