La visita de Evo Morales a Santiago fue uno de los triunfos diplomáticos más importantes de Bolivia en los últimos tiempos. Su presencia mesurada, el parafraseo de Perón con el que sorprendió a todos ("mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar", afirmaba el argentino, y "del mar no se habla, se hace" acertó el boliviano); su moderación cuando había tanta adrenalina en el ambiente como en el Estadio Nacional; y la forma en que logró que se soltaran de lengua hasta los parcos y serios diplomáticos chilenos, mostraron que Evo es un político de fuste.
Dicho esto, la diplomacia entre ambos países tiene algo de arte, otro poco de incertidumbre y mucho de ciencia ficción. Hace un tiempo muchos pensaban que Carlos Mesa era el intelectual capaz de entender en su multidimensionalidad el problema, pero pocos se imaginaron que terminaría pateando el tablero y enfriando las relaciones a temperaturas antárticas; a la inversa, ¿quién hubiera creído en ese entonces que el mayor acercamiento entre ambos gobiernos -desde el "abrazo de Charaña" entre Hugo Banzer y Augusto Pinochet- lo iba a protagonizar un ex dirigente sindical que sacó de la manga sutilezas de político florentino? Aparte de la frase mencionada, Perón (dueño de una retórica que cualquiera envidiaría), también dijo que "la única verdad es la realidad"... y ella nos dice que el Presidente boliviano demostró que tiene más cintura política que todos sus antecesores.
Pero esa realidad también constata que Bolivia está tensando su relación con los EE.UU. al límite (un día antes de reunirse con la secretaria de Estado norteamericana advirtió que Latinoamérica puede convertirse en un segundo Vietnam); que Morales cree que Cuba es una democracia; y que dictó una orden de captura para los gerentes de la segunda petrolera más importante en Bolivia (Repsol), lo que llevó a Antonio Brufau, su máximo ejecutivo, a visitar La Paz, a que haya protestas formales del gobierno español y a que El País publique un editorial donde se critica "el juego del ratón y el gato como trastienda de retóricas declaraciones amistosas (que) sólo contribuye a la confusión".
De moda está entre los políticos el libro de Carlos Fuentes "La silla del Águila" que transcurre en el 2020 cuando Condoleeza Rice es Presidenta de EE.UU. y México no tiene Internet ni teléfonos. En la novela, un híbrido entre la ciencia ficción y el tratado sociológico, se sostiene que "en política los secretos son a voces y que sólo las voces son secretas... mejor dale vueltas a lo que ya sabemos. Allí están los secretos".
¿Qué es lo que sabemos? que Morales es el único con físico suficiente para convencer a la mayoría de los bolivianos de negociar racionalmente con Chile pero que, a diferencia de sus antecesores, el 23 de marzo cuando se conmemore la Guerra del Pacífico en Bolivia, no habrá un acto cívico militar sino manifestaciones populares; se sabe que las leyes prohíben que un gobernante chileno ceda un centímetro de su territorio (por tanto no dará nada sin recibir algo similar a cambio), y se sabe que el gas y el comercio siguen siendo el punto de contacto entre ambos países.
Por suerte no habrá que esperar hasta el 2020 como en la novela para saber cómo se suceden los acontecimientos y comprobar cuánto de ciencia hay en lo que está sucediendo y cuánto de ficción.
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