A las malas noticias que durante los últimos meses ha generado Bolivia se le han agregado declaraciones que convierten la preocupación en alarma: El ministro de Defensa Argentino, José Pampurro, afirmó que el proceso político y social boliviano se estaría ?libanizando?. Aunque las declaraciones no eran oficiales, y fueron desmentidas por el gobierno de Néstor Kirchner, el argentino hacía referencia a las masivas movilizaciones en Santa Cruz en procura de autonomía regional y al asesinato del alcalde de Ayo Ayo.
Lo que está claro es que ?la situación de precario equilibrio sociopolítico que vive ese país desde el 2000 ha entrado en una fase de definiciones?, como afirma Naciones Unidas; definiciones que se dan en un contexto económico boliviano bastante más favorable que en períodos pasados (en abril del 2004 el FMI revisó su pronóstico de crecimiento para Bolivia de 2,9% a 3,6%); y si bien el déficit fiscal es preocupante, el crecimiento positivo del 2003 (2,45% del PIB), asociado a un entorno internacional favorable, parecerían augurar mejor destino para los bolivianos.
¿Qué pasó en Ayo Ayo y Santa Cruz?
A finales del siglo XIX una treintena de soldados que se reponían del cansancio y de sus heridas en la Iglesia boliviana de Ayo Ayo, fueron martirizados hasta la muerte por una turba indígena. Fue el episodio más sangriento de la Guerra Federal de 1899, la misma que permitiría a La Paz convertirse en sede de gobierno.
No es extraño entonces que más de un siglo después, un oscuro hecho policial (el secuestro, tortura e incineración del alcalde), haya sido protagonizado por esa misma comunidad, o que sus habitantes renieguen de las instituciones estatales.
El asesinato de Ayo Ayo parecería más la constatación de que los problemas más importantes de la nación altiplánica siguen irresueltos (exclusión social y cuestión indígena, entre otros), antes que el anuncio del fin del Estado boliviano o el anuncio de una etapa insurreccional.
Otro acontecimiento que algunos identificaron como el preludio de la desintegración ha sido el pedido de autonomía que han hecho los sectores cívicos cruceños y que quieren validar en otro referéndum.
Si bien por impedimentos legales es dudoso que el referéndum se realice en diciembre como quieren los cívicos, impulsadas por un exitoso desempeño económico y por el fantasma del gas, las pulsiones regionales volvieron a despertarse en una de las manifestaciones más multitudinarias de los últimos años.
Estado fallido
No debe haber sociedad que discuta con tanta pasión sobre su inviabilidad como la boliviana; ni lugar donde se hagan tantos análisis políticos en detrimento de los proyectos económicos, o donde el trotskismo tenga tantos fanáticos y seguidores. Las fuerzas centrípetas bolivianas siempre estuvieron presentes a lo largo de su historia. Se trata de un país construido sobre otras nacionalidades (la quechua, aymará y guaraní, entre otras) y que no ha resuelto ni su problema étnico ni su problema estatal. Por eso es más cierto afirmar que se trata de un Estado fallido antes que un país en vías de extinción.
En uno de los informes que dirige Fernando Calderón ?asesor para América Latina del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo? se plantea que el punto focal de la coyuntura en Bolivia es la agenda hidrocarburífera que genera cuatro escenarios posibles: ?El escenario oficialista que supone una negociación satisfactoria en torno a la propuesta presidencial, que desbloquea el conflicto y genera espacio político. El escenario opositor que supone, en cambio, un conflicto abierto entre gobierno y actores sociales y un posible desenlace caótico. El escenario oficialista autoritario, que supone la imposición de la agenda presidencial sin negociación. Finalmente, el escenario opositor negociado que supone una negociación para adelantar las elecciones?.
Los escenarios más probables, según el PNUD son el primero y el último, los cuales están asociados a la aprobación de una nueva Ley de Hidrocarburos y al éxito del referéndum, lo que daría margen de maniobra política a Carlos Mesa para lo que le resta de su mandato (agosto de 2007) o, por lo menos, hasta la futura Asamblea Constituyente, una de las promesas más caras y difíciles de cumplir del gobernante.
El verdadero desafío para Bolivia entonces estará en esa Constituyente donde se dirimirá desde el planteamiento de autonomía de los cruceños, hasta el tipo de Estado que quieren los pobladores de Ayo Ayo, o la nacionalización de la propiedad privada que buscan los partidarios de Evo Morales.
Por el momento Bolivia está lejos de desaparecer o de ?libanizarse? como dijo el ministro argentino, lo cual no desmerece la importancia de Bolivia para la Casa Rosada, sobre todo porque EE.UU. le ha encomendado la tarea de atender la problemática boliviana, según informaron La Nación y Clarín luego de la reunión entre los gobiernos argentino y norteamericano en Monterrey, en enero pasado.
De ahí surgió el planteamiento argentino del ?Corredor marítimo por la paz?, o la reunión de comandantes de las fuerzas armadas de varios países a la que convocó para tratar el tema en Buenos Aires. En fin, que las declaraciones de Pampurro fueron inoportunas es cierto, pero reflejan lo que piensa uno de los principales jugadores internacionales de un partido con final impredecible.
Eso sí, hay otros protagonistas en el juego. Uno de los cuales cuenta con un respaldo ciudadano que no ha bajado del 60% en todos estos meses (el segundo más alto de Latinoamérica) y que ha demostrado una destreza impensada en la arena política: Si Carlos Mesa logró reflotar el tema marítimo en un esfuerzo por unir al resquebrajado tejido social boliviano, no es improbable que logre sortear con éxito la era de definiciones históricas en las que se encuentra su país.
Mesa está consciente de que el principal actor internacional en Bolivia, el gobierno de EE.UU., lo quiere en el cargo, como lo demuestra que el secretario adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, Roger Noriega, afirmara hace unos días que su administración considera ?que es decisivo que el presidente Mesa complete su mandato constitucional" y que Washington asumirá el compromiso de trabajar con el gobierno altiplánico.
Y las de Noriega no fueron palabras improvisadas como las de Pampurro.
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