¿Qué puede llevar a dos países que fueron aliados históricos a distanciarse de esa manera? ¿Qué llevó a Evo Morales a convertir los intereses de Bolivia en los suyos, traduciéndolos a una disputa casi personal?
Desde que Perú pidió la extradición de un asesor de Morales acusado de delitos de terrorismo (a lo cual Bolivia se negó), hasta el retiro temporal de su embajador en Bolivia tras el intento de Morales de impedir el TLC peruano con Estados Unidos a través de la Comunidad Andina, la escalada no ha bajado en intensidad. Uno de los momentos más críticos fue la reciente decisión peruana de conceder refugio a varios ex ministros bolivianos del derrocado régimen de Gonzalo Sánchez de Lozada que actualmente están siendo procesados.
Y como corolario a esta historia de desencuentros, se publica la entrevista del director de La Tercera al Presidente boliviano, en la que Morales responde materias referidas al conflicto entre Chile y Bolivia con sutilezas florentinas, pero se despacha sin concesiones y desde los hígados contra el Perú, no en los términos de “gordo proimperialista” como había dicho en su momento de Alan, pero de forma aún más dolorosa para sus intereses porque identifica a ese país como uno de los responsables de la mediterraneidad boliviana, aunque sin sacar la conclusión elemental que implica esa afirmación: triletarizar el tema.
A raíz de todo ello, se han escrito y escuchado las más diversas opiniones, a cual más informada e inteligente, pero quisiera arriesgar algunas cosas que me parecen ausentes en la discusión.
Sería ingenuo pensar que Morales actuó basado en la racionalidad política y en el reenfoque de los intereses de largo plazo de Bolivia. Ojala la política tuviera esas dosis de sensatez, por el contrario, es mendaz y obstinada; hasta se ha sugerido por parte de la ultraderecha boliviana que el objetivo final de la disputa entre Evo y Alan ha sido instigado por Hugo: complotar y derrocar al gobierno peruano para dar cabida a un régimen indigenista. Por supuesto, no hay ninguna prueba de ello y esto puede ser tan cierto como el delirio de que Morales sabe cuál es la sentencia del tribunal de La Haya.
Ahora bien, actualmente en Bolivia la ideología prima por sobre la racionalidad más elemental, y los intereses nacionales y el Estado se han personalizado. Si se tiene en cuenta esas variables la lectura de lo que dijo Morales es distinta a la simple revisión conveniente de unos párrafos por sobre otros. Nadie ha hecho referencia, por ejemplo, a la fascinación que siente por Ollanta Humala y Fidel Castro, o al maniqueísmo elemental de sus convicciones en política internacional. Tampoco a que en Bolivia, al igual que en Venezuela, el proceso se está radicalizado y no sólo en el discurso (lo cual no sería extraño con elecciones el próximo diciembre); sino también en los hechos. Baste mencionar el decreto que el gobierno emitió para confiscar los bienes de quienes sean sospechosos de complicidad con el terrorismo, lo cual es un calco del “Acta Patriótica” de Bush sólo que en versión de izquierda.
Esta disputa obedece además a la separación cada vez más evidente entre dos países antaño hermanos y que hoy se distancian y bifurcan ofendidos. Una separación que es política pero también económica: estatista e indigenista uno; liberal y occidentalizado otro.
Que la satisfacción por escuchar en boca de un Presidente algunas cosas sobre la que siempre hemos abogado, no nos cieguen respecto a otras.
Publicada en La Tercera el 3 de junio de 2009
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