3-0

Para Bolivia el resultado de la demanda peruana ante La Haya es anecdótico. Sea quien sea el beneficiado, ocurra lo que ocurra sobre la jurisdicción del tribunal o el cumplimiento del fallo, Perú habrá conseguido un notable triunfo político y su diplomacia celebrará la cristalización de un escenario que preparó hace mucho para dejar demostrado lo que todos, incluido ellos, niegan públicamente: no habrá solución al diferendo entre los tres países en tanto no haya un acuerdo que abarque a todos ellos.
El impasse reitera otro dato: cada vez que la relación entre Chile y Bolivia se ha estrechado o ha mejorado, Perú se ha distanciado de Chile. Es que Perú no renunciará a reivindicar su derecho sobre espacios que aún considera suyos, lo cual también significa que jamás permitirá que se ceda una franja territorial a Bolivia (si es que al gobierno de Chile se le ocurre hacerlo, lo cual también es improbable).
De ahí que sin mirar el problema integralmente, difícilmente se resolverá esta ecuación de tres incógnitas. Lo cual no es nada nuevo ni nada que no hayan dicho antes quienes entendemos que el sur del Perú, el norte de Chile y la zona andina boliviana son un triángulo indisoluble, no sólo con un pasado cultural común sino con un futuro económico determinante para los tres países.


Para los bolivianos, esta vez el tema estalla en medio de la conmemoración de los 130 años de la Guerra del Pacífico, lo que obligó a Evo Morales a explicitar que la demanda del Perú perjudica “una salida al mar”, refiriéndose al corredor por Arica que —de Pinochet a esta parte—, fue lo más cerca que estuvieron ambos países de resolver su diferendo y que fracasó por la oposición peruana.
Después de ese famoso “abrazo de Charaña” (1-0), otro momento histórico que vale la pena recordar son las negociaciones para vender gas boliviano a Chile durante los gobiernos de Ricardo Lagos y Gonzalo Sánchez de Lozada, las que fueron sistemáticamente boicoteadas por Perú que ofreció proyectos más atractivos pero imposibles de cumplir, e incluso colaboró —según dice una leyenda negra que nadie ha confirmado fehacientemente— en las movilizaciones que derrocaron al boliviano (2-0). Y ahora el tema de los límites marítimos. Una vez y alguien puede pensar en la casualidad, pero cuando ocurre por tercera vez, hacerlo es ingenuo.
Sin caer en eso de la sabiduría de las indicaciones, los espacios jurídicamente consolidados o la intangibilidad de los acuerdos (para usar el léxico oscuro de los diplomáticos), es riesgoso entender la política exterior de esa manera. Cuando se desatan estas escaladas no se pueden prever las reacciones sociales, sobre todo cuando se desatan pasiones nacionalistas. La esquizofrenia de darse la mano y mostrarse los dientes está bien para los diplomáticos curtidos, pero no para los sectores más retrógrados y xenófobos que son mucho más primarios y que, lamentablemente, también presenciarán el partido de fútbol del próximo domingo.
Incluso los políticos en escenarios como éste se ponen nerviosos y suelen decir más de lo que quisieran. Por ejemplo, Morales insinuando que si la solución por Arica no fructifica (y no lo hizo), hay otras; o el Canciller peruano precisando que si la frontera marítima se llegara a modificar, el acceso al mar que se le podría dar a los bolivianos sería “por otro lado”.
De forma que volvemos al principio, pase lo que pase con la demanda peruana y que hoy es de tanta importancia para Chile y Perú, en el caso boliviano apenas es otro gol en contra.

(Publicado en La Tercera en marzo de 2009)

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