El centro es un punto equidistante de todos los extremos, la aguja del compás que traza un círculo. El problema es que, como todo concepto de la geometría, es relativo, sobre todo cuando se lo quiere trasladar a la política. Ya Aristóteles alertaba sobre el justo medio: Entre los temerarios y los cobardes, los prudentes; entre un extremo y otro, la virtud.
Seguramente, pensando en asuntos como éste, el Subsecretario de Estado para Asuntos Políticos norteamericano, Nicholas Burns, demandó el miércoles que Bolivia vuelva a la corriente dominante en América Latina que, a sus ojos, es aquella compuesta por países que eligieron presidentes de centroizquierda como Chile o Brasil o de centroderecha como México y Colombia. Esta declaración la hizo inmediatamente después que el Presidente Bush y congresistas republicanos pidieran al Capitolio la ampliación del ATPDEA (ley de preferencias arancelarias para los países andinos, entre los que se encuentra Bolivia), asunto en el que se involucró directamente el Vicepresidente boliviano. Esa es la mejor señal que los empresarios bolivianos podían recibir.
De forma que en sintonía con Mr. Burns, Morales se afianza en el poder luego de la firma de contratos con las petroleras y la consolidación de la nacionalización, un asunto por el que ningún líder de opinión apostaba y que demuestra no sólo la pericia política de Morales sino la subestimación de la que fue objeto: Para la opinión pública dobló la mano de las petroleras; a ellas les garantizó contratos de largo plazo nada despreciables; suavizó el impasse con Brasil; mejoró las relaciones con Argentina; y, además, incrementó los ingresos del Estado. Nada mal para estar menos de un año en el gobierno.
Esta semana volvió a ejercer su poderosa mayoría política, aprobando en Diputados una modificación a la ley de tierras según la cual todas aquellas que no presten una "función económica y social" serán revertidas al Estado. Lo cual, como es de suponer, encrespó los ánimos de los cruceños, levantó encendidos discursos y fue miel sobre hojuelas para campesinos e indígenas que marchan hacia la capital.
En cualquier caso, si bien la temperatura tiende a subir, es probable que haya negociación y se encuentren caminos de salida consensuados; por lo demás, el ejercicio de la mayoría en el Congreso es parte del juego democrático.
Esta disociación entre un discurso radical y acciones más moderadas es uno de los signos distinguibles del gobierno boliviano, por tanto, para entenderlo es mejor ceñirse a lo que hace antes que a lo que dice.
Detengámonos sino en sus discursos contrarios a la "educación occidental" y la creación del "Bono Juancito Pinto" (en honor a un niño-héroe de la Guerra del Pacífico), que consiste en un subsidio directo para que los pobres no saquen a sus hijos del colegio; alrededor de 25 dólares por niño). Un discurso reaccionario pero una política pública de reconocida eficacia y de enorme contenido político.
Todo esto no exime a Morales de su subordinación a Venezuela, ni de su incapacidad para entender las tendencias económicas y sociales predominantes en el mundo, pero tampoco deslucen sus virtudes ni la sospecha de que de esta nueva crisis agraria saldrá magullado pero triunfador nuevamente.
Sergio Molina Monasterios trabaja en Imaginaccion Consultores y es profesor del magíster de comunicación política de la Universidad de Chile
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