Quizá se pueda entender la historia, la ideología, hasta las presiones políticas, pero es improbable reconstruir el razonamiento que determina que un Presidente tome una decisión. La polémica desatada alrededor del nombramiento de Alfredo Moreno lleva a muchos a preguntarse ¿por qué él y no otro?, la respuesta la deben conocer un puñado de personas, de ahí en más son puras especulaciones. Por lo pronto démosle el beneficio de la duda, porque se ha visto a políticos duchos hacer agua ante el primer enfrentamiento borrascoso y a perfectos desconocidos destaparse como si no hubieran nacido para otra cosa.
Hay sí ciertas señales si uno lee las historias del nuevo Canciller publicadas en los medios: todos destacan su capacidad por adentrarse en temas complejos con gran rapidez (lo cual uno no sabe si es una virtud o un defecto en las ciénagas oscuras de las relaciones internacionales); y sus habilidades para ganar en las negociaciones (pero la política tiene infinitos grises y es un espacio donde el triunfo es un concepto complejo).
Falta poco para conocerlo realmente, y para saber cómo actuará en la región donde se jugará la política exterior del Gobierno, porque será aquí donde comprobaremos si ésta será más pragmática que estructurada ideológicamente, más política que orientada exclusivamente a los negocios, o todo lo contrario. La tónica parecería inclinarse por la primera opción, aunque siempre enfrentando la tensión de esos inefables conservadores que preferirían denostar el enclave bolivariano, controlar a Perú y olvidarse del desordenado vecindario en el que vivimos.
En cualquier caso, incluso si es un Gobierno pragmático como el que más, tendrá una agenda interna tan exigente que difícilmente en relaciones exteriores vaya más allá de lo que dictan los cánones establecidos de la derecha y de lo que escriban los viejos asesores de siempre. Pero allá fuera, Chile ya no es el Chile de antaño, su papel en el mundo se ha transformado y la vara para medirlo cada día es más alta. Esa es la tensión que deberá resolver Piñera y Moreno y en la que juegan parte de su prestigio.
En resumen, difícil prever grandes innovaciones: la prioridad absoluta será Perú (y viceversa), y no habrá cambios ni en contenidos ni en la forma ni en el personal que atiende el tema, y se desempolvarán los famosos carriles separados. Tampoco es una novedad que Bolivia pasará a un discreto segundo plano y continuará ausente una mayor sofisticación en el análisis de esa relación (porque, convengamos, no la hubo más que esporádicamente y hasta muy recientemente).
De Argentina no hay mucho que decir, sobre todo porque es un país que hoy se mira más a sí mismo que hacia fuera y, cuando lo hace, es Brasil y no Chile el sentido de sus desvelos. Además, lo que se ha hecho hasta ahora bilateralmente no tiene desperdicio. En resumen, sólo con mucho empeño se podría echar a perder lo logrado.
Finalmente, ¿cómo encarar el rol emergente de Brasil?... ¿Y Chávez? porque si hay algo que marcará la política internacional en los próximos meses, es lo que pase en Venezuela, ahí veremos la muñeca de los políticos de toda la región y si Chile puede jugar en las grandes ligas regionales o preferir sumarse al testimonial y beisbolero “tas ponchao” de quienes desfilan por las calles de Caracas.
Publicado en Ideas y Debates de La Tercera, 17 de febrero de 2010