Una de las más conocidas fábulas de Samaniego sostiene que "con varios ademanes horrorosos / Los montes de parir dieron señales? y después con bramidos espantosos? un ratoncillo fue lo que parieron". Menos prosaicos que Samaniego, contemporáneos nuestros como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa navegando entre aquellos montes y éstos partos, han declarado el nacimiento del "socialismo del siglo XXI".
Socialismo, eso sí, lleno de contradicciones que, lo menos, violentan el dogma ideológico. Es que Hugo Chávez puede hablar de Lenin mientras sostiene a la Virgen María, mientras Rafael Correa afirma que "hace algunos años el icono era Bill Gates pero hoy ha sido reemplazado por Eloy Alfaro" (un ex Presidente liberal ecuatoriano).
Para estos presidentes, el "socialismo siglo XXI" sería el camino para renegar del neoliberalismo (hay que reconocerles que esa política fracasó y no respondió a los problemas de la región); implicaría nuevas relaciones con los EEUU (suspendiendo los TLC); convocar a asambleas constituyentes (para entronizar la reelección cuantas veces sea necesario); y la nacionalización empresas (más bien la creación de compañías mixtas, con los privados como socios minoritarios). Como se ve, nada nuevo bajo el sol pero sí muchas palabras acerca de él.
Por eso, el discurso contiene además, un programa futurista más cercano al socialismo utópico de Saint Simon (o a la moralina de Samaniego) que al positivismo marxista. Entre otras cosas la creación de ciudades comunales que se autogobiernen; nuevos poderes del Estado (aparte de los tres clásicos que ya conocemos; en Venezuela hay cinco); o la imposición de la justicia comunitaria por sobre el derecho romano (el castigo por una violación se reduciría al destierro en Bolivia).
Pero si la letra todo lo aguanta, incluso ahí hay límites. Por eso la visita de uno de los líderes de la teocracia iraní (aquella que duda de la existencia de la shoá, de la feminidad y del libre albedrío) no sólo causó desconcierto sino también división entre la izquierda de la región: Por un lado los mencionados cultores del sincretismo ideológico y, por el otro, los representantes progresistas de la real politik: Néstor Kirchner (quien no fue a la posesión de Correa por la disputa que tiene Argentina con Irán por el atentado antisemita de 1994); y Lula da Silva (quien hizo acto de presencia por unas pocas horas para no cederle del todo el liderazgo regional a Hugo Chávez).
Cada uno puede pensar como quiera, el único problema es que de vez en cuando mete la cola el principio de realidad, y entonces los acuerdos con Ahmadineyad son leídos con mucha más preocupación que condescendencia; lo mismo que ocurre cuando el mundo deja de escuchar los discursos utópicos y mira las tradicionales acciones antidemocráticas que creíamos olvidadas en la región (como la clausura de medios de comunicación en Venezuela o la persecución a la prensa y a la oposición que en estos días conmocionan a Bolivia).
En el siglo XXI las fronteras ideológicas pueden ser más etéreas y gaseosas que en el siglo XX, pero el autoritarismo y el viaje a Latinoamérica de un jugador de ligas mayores, siguen leyéndose como antaño.
Sergio Molina Monasterios Politólogo, analista de Imaginaccion Consultores
Socialismo siglo XXI
Una de las más conocidas fábulas de Samaniego sostiene que ?con varios ademanes horrorosos / Los montes de parir dieron señales? y después con bramidos espantosos? un ratoncillo fue lo que parieron?. Menos prosaicos que Samaniego, contemporáneos nuestros como Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa navegando entre aquellos montes y éstos partos, han declarado el nacimiento del ?socialismo del siglo XXI?.
Socialismo, eso sí, lleno de contradicciones que, lo menos, violentan el dogma ideológico. Es que Hugo Chávez puede hablar de Lenin mientras sostiene a la Virgen María, mientras Rafael Correa afirma que ?hace algunos años el icono era Bill Gates pero hoy ha sido reemplazado por Eloy Alfaro? (un ex Presidente liberal ecuatoriano).
Para estos presidentes, el ?socialismo siglo XXI? sería el camino para renegar del neoliberalismo (hay que reconocerles que esa política fracasó y no respondió a los problemas de la región); implicaría nuevas relaciones con los EEUU (suspendiendo los TLC); convocar a asambleas constituyentes (para entronizar la reelección cuantas veces sea necesario); y la nacionalización empresas (más bien la creación de compañías mixtas, con los privados como socios minoritarios). Como se ve, nada nuevo bajo el sol pero sí muchas palabras acerca de él.
Por eso, el discurso contiene además, un programa futurista más cercano al socialismo utópico de Saint Simon (o a la moralina de Samaniego) que al positivismo marxista. Entre otras cosas la creación de ciudades comunales que se autogobiernen; nuevos poderes del Estado (aparte de los tres clásicos que ya conocemos; en Venezuela hay cinco); o la imposición de la justicia comunitaria por sobre el derecho romano (el castigo por una violación se reduciría al destierro en Bolivia).
Pero si la letra todo lo aguanta, incluso ahí hay límites. Por eso la visita de uno de los líderes de la teocracia iraní (aquella que duda de la existencia de la shoá, de la feminidad y del libre albedrío) no sólo causó desconcierto sino también división entre la izquierda de la región: Por un lado los mencionados cultores del sincretismo ideológico y, por el otro, los representantes progresistas de la real politik: Néstor Kirchner (quien no fue a la posesión de Correa por la disputa que tiene Argentina con Irán por el atentado antisemita de 1994); y Lula da Silva (quien hizo acto de presencia por unas pocas horas para no cederle del todo el liderazgo regional a Hugo Chávez).
Cada uno puede pensar como quiera, el único problema es que de vez en cuando mete la cola el principio de realidad, y entonces los acuerdos con Ahmadineyad son leídos con mucha más preocupación que condescendencia; lo mismo que ocurre cuando el mundo deja de escuchar los discursos utópicos y mira las tradicionales acciones antidemocráticas que creíamos olvidadas en la región (como la clausura de medios de comunicación en Venezuela o la persecución a la prensa y a la oposición que en estos días conmocionan a Bolivia).
En el siglo XXI las fronteras ideológicas pueden ser más etéreas y gaseosas que en el siglo XX, pero el autoritarismo y el viaje a Latinoamérica de un jugador de ligas mayores, siguen leyéndose como antaño.
Sergio Molina Monasterios Politólogo, analista de Imaginaccion Consultores
Socialismo, eso sí, lleno de contradicciones que, lo menos, violentan el dogma ideológico. Es que Hugo Chávez puede hablar de Lenin mientras sostiene a la Virgen María, mientras Rafael Correa afirma que ?hace algunos años el icono era Bill Gates pero hoy ha sido reemplazado por Eloy Alfaro? (un ex Presidente liberal ecuatoriano).
Para estos presidentes, el ?socialismo siglo XXI? sería el camino para renegar del neoliberalismo (hay que reconocerles que esa política fracasó y no respondió a los problemas de la región); implicaría nuevas relaciones con los EEUU (suspendiendo los TLC); convocar a asambleas constituyentes (para entronizar la reelección cuantas veces sea necesario); y la nacionalización empresas (más bien la creación de compañías mixtas, con los privados como socios minoritarios). Como se ve, nada nuevo bajo el sol pero sí muchas palabras acerca de él.
Por eso, el discurso contiene además, un programa futurista más cercano al socialismo utópico de Saint Simon (o a la moralina de Samaniego) que al positivismo marxista. Entre otras cosas la creación de ciudades comunales que se autogobiernen; nuevos poderes del Estado (aparte de los tres clásicos que ya conocemos; en Venezuela hay cinco); o la imposición de la justicia comunitaria por sobre el derecho romano (el castigo por una violación se reduciría al destierro en Bolivia).
Pero si la letra todo lo aguanta, incluso ahí hay límites. Por eso la visita de uno de los líderes de la teocracia iraní (aquella que duda de la existencia de la shoá, de la feminidad y del libre albedrío) no sólo causó desconcierto sino también división entre la izquierda de la región: Por un lado los mencionados cultores del sincretismo ideológico y, por el otro, los representantes progresistas de la real politik: Néstor Kirchner (quien no fue a la posesión de Correa por la disputa que tiene Argentina con Irán por el atentado antisemita de 1994); y Lula da Silva (quien hizo acto de presencia por unas pocas horas para no cederle del todo el liderazgo regional a Hugo Chávez).
Cada uno puede pensar como quiera, el único problema es que de vez en cuando mete la cola el principio de realidad, y entonces los acuerdos con Ahmadineyad son leídos con mucha más preocupación que condescendencia; lo mismo que ocurre cuando el mundo deja de escuchar los discursos utópicos y mira las tradicionales acciones antidemocráticas que creíamos olvidadas en la región (como la clausura de medios de comunicación en Venezuela o la persecución a la prensa y a la oposición que en estos días conmocionan a Bolivia).
En el siglo XXI las fronteras ideológicas pueden ser más etéreas y gaseosas que en el siglo XX, pero el autoritarismo y el viaje a Latinoamérica de un jugador de ligas mayores, siguen leyéndose como antaño.
Sergio Molina Monasterios Politólogo, analista de Imaginaccion Consultores
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