Quizá el discurso más famoso de la historia (el de Gettysburg de Abraham Lincoln) sea también uno de los más cortos: no tiene más de 300 palabras pero son suficientes para plantear que en la guerra civil norteamericana se jugaba la existencia del Estado democrático y la igualdad de los hombres ante la ley.
Poco se ha aprendido en Sudamérica desde entonces, tanto en contenido como en concisión. En contenido, porque el racismo, la falta de oportunidades y el autoritarismo siguen campantes, y en concisión porque muchos presidentes de la región son capaces de hablar horas sin pestañear.
En Bolivia, el olvido del discurso de Lincoln entre su elite motivó una guerra civil y media (la de 1952 y la que comenzó el año 2000) y ocasionó que desde hace un mes Evo Morales sea Presidente.
Cumplidos sus primeros 30 días de gestión, las perspectivas que tiene ante sí no podrían ser más auspiciosas. Una encuesta de Harris Interactive afirma que el índice de confianza en su gobierno es de 6,22, y su calificación personal alcanza 6,5 puntos sobre 10; uno de cada dos encuestados cree que su situación económica mejorará en el futuro; mientras que el 65% considera que hizo más de lo que se esperaba desde que asumió. La economía también va viento en popa: la inflación está controlada, el crecimiento continúa en 4%, y las exportaciones aumentaron en un 53%. Además, Morales ha frenado la corrupción, negocia con las petroleras y está ansioso por mejorar su política internacional, sobre todo con Chile, sabedor de que es el único con cintura y espaldas para ponerle el cascabel al gato.
Cara. ¿Pero cuál es la seca de la moneda? Todos los analistas serios se muestran preocupados por la forma en que el MAS está ?desinstitucionalizando? estructuras de poder que parecían ya al margen de cuoteos políticos (Aduanas, Impuestos Internos y hasta la Corte Electoral). El partido gobernante está imponiendo su mayoría sin contemplaciones y quiere sacar adelante un proyecto de Ley de Asamblea Constituyente que ?si se aprueba? permitirá a un partido que tenga menos del 50% de los votos obtener dos tercios de los representantes. Al mismo tiempo acusa de corrupción sin pruebas a todos quienes participaron en gobiernos anteriores y se niega a que el referéndum sobre autonomías regionales sea vinculante como piden varios departamentos.
En este primer mes Morales también ha tenido tiempo para descabezar varias promociones de militares y nombrar un comandante en jefe afín a su partido; amén de no permitir ninguna crítica de los medios de comunicación ni de los empresarios a los que ha sindicado de narcotraficantes (aunque para ser exactos se refería sólo a los exportadores de plátanos).
Es poco tiempo aún para hacer balances, pero ya Evo Morales comienza a mostrar su particular forma de replicar el modelo venezolano: copamiento del poder, Asamblea Constituyente y reelección sucesiva.
Otro prócer americano ya había alertado contra esta perversa tendencia autoritaria, a la que calificó como dictadura de las mayorías. Lástima que Morales en lugar de aprender de Madison (y recordar a Lincoln), parezca más inclinado a transitar un camino insostenible desde la perspectiva democrática, precisamente el sistema que le permitió ser el primer indio en el gobierno y representar el anhelo cristalino de los bolivianos por ser reconocido como ciudadanos.