El vampiro marítimo

Durante su primera presidencia Gonzalo Sánchez de Lozada le dijo a Ricardo Lagos, que en ese entonces era ministro de Obras Públicas, que el tema marítimo era como Drácula: podía morir en una película, pero, por cualquier motivo, aún el más inesperado, en la siguiente resucitaba y volvía a buscar, sediento, el cuello de sus víctimas. Si bien en los últimos meses la luz volvió al escenario y él antihéroe por antonomasia se retiró silencioso, nadie tampoco se anima a clavarle la estaca final, definitiva.
En su última actividad internacional (todo un símbolo en esta historia de desencuentros), Ricardo Lagos, ya no ministro de Obras Públicas sino uno de los presidentes más importantes de la historia de Chile, visitó Bolivia y se despidió de su gobierno en el exterior después de reunirse con Evo Morales en un humilde departamento, hablando de lo que no se debía hablar, mientras miles de hombres y mujeres se apropiaban de las plazas para festejar una victoria que consideraban propia.
Con este gesto tan simbólico Ricardo Lagos cerrará una etapa en las relaciones entre ambos países que pudo ser gloriosa pero que en definitiva fue trágica. Una historia donde existieron acercamientos, conatos de lucha, mesas pateadas, el caos en Bolivia e histeria nacionalista, así como también ?hay que reconocerlo? croupiers profesionales, políticos sensatos como el ahora ex Presidente Eduardo Rodríguez, y el propio Lagos (nunca resignado a sufrir una derrota que considera personal), quienes se animaron a levantar las cartas del suelo, barajar y dar de nuevo.

Un problema cultural

En cierto sentido la mediterraneidad boliviana no solamente es un problema económico (-0,7% anual del PIB para los países sin puertos, según Jeffrey Sachs), sino un problema cultural tan profundo como un iceberg y también así de peligroso. El hecho de haber sido confinado a las montañas y la selva pesa trágicamente en la historia y en la idiosincrasia boliviana. Al mismo tiempo que en la de Chile, los triunfos militares y económicos son componentes esenciales para entender la forma de mirarse a sí mismos.
En determinadas circunstancias esa sensibilidad es el catalizador del ?antichilenismo? boliviano y de sus pulsiones más perversas; y también, en el otro lado de este círculo vicioso, de esta serpiente que se muerde la cola, fermento de la xenofobia de algunos sectores retrógrados de la sociedad chilena que reparten sus odios entre peruanos y bolivianos de forma indiscriminada.

La simbología del poder

Lagos puede estar frustrado por no haber podido resolver esta encrucijada, pero no es menor el esfuerzo que hizo para propiciar el escenario que deja luego de su visita y despedida. En él hay una nueva Presidenta (la primera mujer), que quizá tenga la sensibilidad e imaginación suficiente, o la que ha faltado; y un Presidente (el primer indio), que ha moderado su discurso hasta sorprender por la seriedad con que hace referencia al tema marítimo.
Sin embargo, es temerario hacer pronósticos sobre lo que ocurrirá en los próximos meses: ¿Bachelet enfrentará los fantasmas del nacionalismo decimonónico chileno siendo mujer o quizá por ello? ¿Morales capeará el temporal de quienes cifran sus esperanzas en él como si fuera un nuevo Mesías que redimirá las injusticias de cinco siglos, donde se inscribe en letras cursivas la Guerra de Pacífico? Nadie sin una bola de cristal (o que no sea un charlatán) es capaz de responder estas preguntas: tienen tantas variables que ni los propios protagonistas son capaces de conocerlas o preverlas.
Por lo pronto hay esperanzas. Esperanzas en que Morales mantenga su postura y considere las relaciones con Chile como prioritarias y parte de una política de Estado donde la ?cualidad marítima boliviana? sea un factor preponderante pero no determinante; y, sobre todo, en que la política interna no se contamine con las relaciones internacionales. Y, finalmente, esperanzas en que la primera presidenta de la historia de Chile pueda trasladar su visión de gobierno ciudadano alejado de las elites, a la política exterior de forma que se piense en el futuro en función de los intereses de ambos pueblos y no a las tradiciones de las cancillerías.
Pero quedemos con la imagen del domingo. Ese día, viendo la teatralidad y el ceremonial de la posesión de Morales y la sencillez de su juramento, una niña de ojos verdes preguntó a su madre si ella también era india.
Responder a esta pregunta ha marcado a fuego a los bolivianos. En este caso la madre contestó: ?todos tenemos algo de indios?; pero podría haber dicho ?no digas estupideces? e incluso haberla golpeado.
En la respuesta qué eligió se encuentra alguna clave. La realidad ?dicen? es un reino disparatado, pero también, como lo han querido los pueblos de ambos países, es una construcción donde hay espacio para la soberanía, y donde al final, como en todas las buenas películas siempre se encuentra una estaca para atravesar el pecho del vampiro.

La cuadratura del círculo

Cuando el Presidente Ricardo Lagos viaje a Bolivia este domingo se encontrará con un país distinto al que conoció en sus últimas dos visitas o quizá con el mismo, parafraseando a un líder de su talla, el ex presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro, quien decía que en su país "pasa de todo y no pasa nada".
Conocedor de los bolivianos como pocos (fue lo que De Gaulle a los franceses), Paz Estenssoro jamás quiso profundizar más de la cuenta en la relación bilateral chileno boliviana porque --decía-- "uno sabe cuando se mete en esos problemas pero no cuándo podrá salir".
Lagos terminará su mandato como el Presidente que más veces visitó Bolivia en las últimas décadas: Asistió al entierro de Hugo Banzer (un personaje amado y odiado pero trascendental en la vida política boliviana), estuvo en la Cumbre Iberoamericana de Santa Cruz (días después del derrocamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada, donde conocería a Carlos Mesa en una reunión que terminó en Monterrey a los gritos), y ahora se animará con el Presidente más legítimo del último periodo democrático pero también con el líder indígena que deja sin sueño a buena parte del continente.
Sin duda que Lagos ha sido el que más puso en esta relación neurótica y quien intentó resolverla con más afán que éxito (también es uno de los pocos que siente su fracaso como una frustración personal), pero su talante, capacidad y deseos de ingresar a la historia no fueron suficientes.
Es que las relaciones entre Chile y Bolivia se parecen mucho a la de esas parejas que se aman y a la vez se odian, que se detestan y quieren dejar de verse, pero aunque lo intentan no pueden. No sólo el hecho definitivo de la geografía sino una historia estrecha de desencuentros son los datos con los que la realidad hace jugar a los políticos de ambos países.
Chile es una coartada para Bolivia, y más de una vez la política interna y externa se confundieron haciendo que predomine el racismo por sobre la racionalidad política, pero también en el ánimo chileno prevalece un nacionalismo decimonónico previsible y retrógrado. Los extremos siempre terminan tocándose.
Por eso la visita de Lagos es una de las señales más importantes que pueda dar el gobierno chileno al boliviano, es también un símbolo del término de su mandato y el deseo de pasar la posta a la Presidenta electa sin la agitación internacional que caracterizó al suyo (aunque esto linde más con los deseos que con la compleja realidad que enfrenta hoy América Latina).
Bachelet parecería con más dificultades para resolver el problema que las que tuvo Lagos porque embarcarse en tamaña empresa con una mirada distinta a la tradicional, en un gobierno de sólo cuatro años, puede ser malinterpretado como una señal de debilidad. Ni qué decir en el caso de Morales.
Pero también es cierto que un liderazgo que se aleje de la lógica confrontacional masculina puede ser lo que necesiten ambos países. Sólo el tiempo lo dirá. Eso sí, ¿quién negará el atractivo que tiene que dos outsiders de la política (una mujer en un mundo de hombres y un indígena en un mundo de blancos) sean los llamados a resolver la cuadratura del círculo?

Sergio Molina Monasterios es analista de Imaginaccion Consultores

Apuntes sobre las elecciones en Chile

Las elecciones, transcurrieron en normalidad casi absoluta (hubo un solo incidente de consideración cuando un senador de la derecha fue agredido en un popular local de votación), y la similitud de los programas económicos de ambos candidatos, así como del planteamiento de equidad social, muestran una fortaleza del sistema democrático y del modelo económico envidiable en comparación con la mayor parte de los países de América Latina. Dato que no es menor, sobre todo ahora que varios países de la región muestran altos grados de incertidumbre e inestabilidad, embarcados como están en procesos eleccionarios similares al chileno pero con pronóstico mucho más incierto.
Fue una elección, además, en la que se enfrentaban dos candidatos de vertientes ideológicas distintas pero que representaban a estamentos democráticos de la sociedad y donde no había un representante de la derecha pinochetista ligada al gobierno militar (1973-1989).

Una elección con dos características básicas

El triunfo de la Sra. Michelle Bachelet implica la continuidad de la concertación en el gobierno (será su cuarto mandato consecutivo) que, al concluir este periodo, sumará 20 años y será la coalición de gobierno democrática más larga de la historia de Chile y una de las más largas en el mundo.
Será también el gobierno que conduzca a los chilenos hacia el bicentenario (2010) y que trate de cumplir una de las grandes promesas que hizo la clase política en su conjunto: tener indicadores de país desarrollado para ese entonces.
En esta ocasión el mandato presidencial será solamente por cuatro años, lo que lo convierte en el más corto del periodo democrático, todo lo cual puede ser determinante a la hora de dictar políticas, pero también será un gobierno con mayoría parlamentaria relativamente holgada, lo que le da una gobernabilidad tampoco vista antes.
La Sra. Bachelet llegó a esta elección con un triunfo de la Concertación en las parlamentarias de diciembre pasado del 52% de los votos, un gobierno con casi un 60% de popularidad, una oposición dividida y una situación económica envidiable. Como dicen en algunos analistas, con una situación tan favorable la epopeya hubiera sido que ganara Sebastián Piñera y la tragedia destructiva que perdiera Michelle Bachelet. Sin embargo, ocurrió lo previsto y se impuso la cultura de la Concertación, parte indisoluble de la cultura política chilena.
Pese a todos estos indicadores, la elección fue menos holgada de lo que muestran los números y el actual Presidente de la República, Ricardo Lagos, tuvo que jugar un rol muy activo para colaborar con el triunfo de la candidata oficialista. Tanto que la oposición lo acusó de intervencionismo estatal y algunos analistas compararon a su gobierno con el PRI mexicano. Las denuncias ahora están en las instancias legales pertinentes y el gobierno sostiene que, en el marco de la ley, tiene derecho a pedir que haya continuidad de su gestión.

El futuro de la Alianza por Chile

La diferencia entre ambos contendores fue de aproximadamente siete puntos porcentuales, diferencia que, al ser más amplia de lo previsto, permite una mayor autonomía de la Presidente electa para formar gobierno. Clave para su triunfo fue el apoyo de la izquierda extraparlamentaria (5%), sobre todo del Partido Comunista, partido que llamó a votar por ella en segunda vuelta. Pero la Sra. Bachelet también logró obtener votación que en la primera vuelta electoral correspondió a Joaquín Lavín (el otro candidato de la derecha en esa instancia), quienes comulgaban más con lo que representaba Bachelet que con el sesgo empresarial y elitista de Sebastián Piñera.
La oposición, alejada del gobierno por 20 años, e incapaz de ganar una elección, entra así en una crisis profunda que los analistas coinciden, debe implicar más una mirada para dentro que hacia afuera.
Si bien esperaba esta derrota, también soñaba con que fuera con una distancia menor, en este caso obtuvo 2,2 puntos menos que Joaquín Lavín contra Ricardo Lagos el 2000 y solo se impuso en una de las cuatro regiones donde planificó ganarle a la candidata oficialista. Piñera (dueño de una fortuna personal valuada en más de mil millones de dólares con inversiones en diversas áreas pero sobre todo en aeronáutica, a través de Lan), dimensionó adecuadamente la magnitud de la derrota y visitó a la Sra. Bachelet para reconocer su triunfo, mantuvo un tono moderado, habló de nueva coalición de centro derecha y anunció que continuará en la política y que se dedicará al servicio público. Su votación expresa una sólida resistencia al proyecto de la Concertación que no es para nada despreciable.
Entre los primeros análisis sobre el futuro de este conglomerado político, un periodista que lo conoce de cerca sostiene que ?entrarán en periodo de autocrítica y reflexión, se demostró que se acabaron los liderazgos naturales, que los candidatos de derecha en el futuro tienen que ser legitimados con primarias y que para sobrevivir debe sumar liderazgos jóvenes?.
Se trata del ambiente más adverso de la derecha en los últimos 50 años.

La estabilidad de la economía

Pese a ser una candidata que encarna la tradición de izquierda del Partido Socialista, en lo económico la Sra. Bachelet optó por acercarse al sector más liberal de la Concertación y se rodeó de asesores que son respetados por todos los estamentos empresariales y políticos chilenos, de forma que los mercados reaccionaron sin grandes movimientos y no hubo reacciones significativas lo cual demuestra la estabilidad y la normalidad en el que se desarrollaron los comicios y la previsibilidad de los resultados.
Esta estabilidad puede ser fácilmente comprobada con las cifras macroeconómicas. La economía cierra el 2005 con una expansión del 6%, con un PIB sobre los 110 mil millones de dólares y un PIB per cápita sobre los siete mil dólares.
El precio del cobre alcanzó este año su precio record (167 centavos por libra) y el 2006 se esperan precios similares. El superávit fiscal fue de 4,5% del PIB, y en el presupuesto 2006 se destinó 300 millones de dólares de libre disponibilidad par el próximo gobierno. Las exportaciones sumaron un record de 39.536 millones y la tasa de inversión llego al 29,7% del PIB, el nivel histórico más alto del país.
Ahora bien, hubo algunas dificultades como el dólar que tuvo una fuerte caída este año, cerró en $512 (en el 2002 había llegado a $751), lo que ha motivado reclamos para que intervenga el Banco Central, y la inflación que llegó al 3,7% el nivel más alto desde 2000.

El primer discurso

En su primer discurso ante los simpatizantes que celebraban su triunfo, la Sra. Bachelet anunció un sistema de protección social y un nuevo estilo de hacer política. Hizo hincapié en la inclusión social (será un gobierno de todos los chilenos, dijo), y se comprometió a cumplir sus promesas de campaña, entre ellas la paridad de género en el gabinete y la inclusión de caras nuevas en los cargos de mayor responsabilidad.
La tarea de conformación del próximo gobierno comenzará por el nombramiento de su gabinete, etapa donde si bien tiene un amplio margen de maniobra, también implica responder a los partidos políticos, imprescindibles para su triunfo, sobre todo en la última fase de la campaña, ya que si bien se trata de una candidatura ciudadana producto de las encuestas más que del aparato político (y por sobre el propio interés de éstos), sin ellos su triunfo hubiera sido mucho más difícil o podría habérsele escapado.

El programa de gobierno

El programa de gobierno de la Sra. Bachelet cuesta 6.000 millones y para financiarlo necesita un crecimiento de 5,5%, un precio del cobre de 0,99 la libra y mantener el IVA en 19%.
Entre sus hitos más importantes, está una reforma provisional, loa creación de un millón de empleos, la atención preescolar de niños de cero a tres años de los hogares del 40% mas pobre, la creación de 20.000 cupos en pre-kinder y la habilitación de 800 salas cunas.
Ese plan tiene una primera etapa para los primeros 100 días, 36 compromisos que significan subir las pensiones mínimas a un millón de jubilados y garantizar el acceso automático a pensión asistencial a todo adulto mayor.

Algunos temores

En la elección de diciembre pasado fue la primera vez en la que el oficialismo logra mayoría en ambas cámaras, lo cual, junto a las sospechas de intervencionismo estatal y los 20 años en el poder, ha sido criticado como una concentración excesiva de poder.
Todo lo cual se suma a una supuesta izquierdización del parlamento, debido a la asunción de figuras de la izquierda más confrontacional y que han anunciado proyectos de ley para reformar las ISAPRES (el sistema privado de salud), legislación en temas bioéticos, un Fondo Nacional para la Pesca Artesanal, y la eliminación del IVA a los libros, además, de reformas tributarias, aunque esto último es muy poco probable.
Sin embargo, la mayor parte de los analistas considera que no habrá señales que pongan en riesgo el sistema pero que sí afectarán a ciertos sectores corporativos de la sociedad.
En cualquier caso, es parte del escenario que enfrentará la Sra. Bachelet, quien será escrutada muy de cerca por los medios de comunicación por su condición de heredera política de la Concertación pero, sobre todo, por ser la primera mujer en asumir ese cargo, con todo lo que ello implica.

Mujeres chilenas

Hay un refrán (xenófobo, sexista y avergonzante) que dice: "Desconfía del hombre peruano, de la justicia boliviana y de las mujeres chilenas". Es parte de nuestras pulsiones más perversas y autodestructivas.
Las mujeres chilenas demostraron en estos días lo equivocados que están quienes repiten el tonto estribillo. En Santiago, el domingo por la noche, miles de ellas tomaron las calles vestidas con la banda presidencial que vendían a "una luquita" (dos dólares) los avispados comerciantes callejeros, siempre a la vanguardia de las tendencias y la moda.
Jóvenes y viejas, gordas y flacas, ricas y pobres, todas radiantes, coincidían en las calles para demostrar al mundo lo que significaba que una mujer encabezara su gobierno. Sin importar la ideología o el partido político sino la solidaridad de género: tradicionalmente votantes conservadoras, las mujeres chilenas esta vez votaron masivamente por la Concertación y le dieron el triunfo a Michelle Bachelet. Solidaridad que, en broma, preocupa a los hombres, muchos de los cuales escribieron cartas a los periódicos preocupados porque ahora será "ella" la que mande en la casa. Las Ultimas Noticias el periódico de mayor venta en Chile tituló el lunes bajo una foto de Bachelet sonriente: "Michelle la lleva".
Días antes de la elección, en el cierre de campaña, un conocido analista político decía: "es muy loco que entre estas 200 mil personas la mayoría sean mujeres".
Los voceros de la derecha que no interpreta la cultura política chilena como lo hace la Concertación (una máquina aceitada a la perfección en ese sentido), sostuvo que había ido tanta gente porque había muchos "extranjeros" (en referencia a Miguel Bosé, Ana Belén y Víctor Manuel, cantantes españoles siempre fieles a la Concertación); pero ninguno entendió que más del 90% de los que asistieron al acto no escucharon nada (porque el sistema de sonido era muy malo) y vieron mucho menos (por la escasez de pantallas gigantes para tanta gente, que sorprendió hasta a los organizadores), sin embargo estaban ahí: mujeres con guaguas, mujeres solas, mujeres casadas, mujeres separadas, entre choripanes y cuchuflís, sucias algunas, "pitucas" otras, una mujer con cartera y vestido de marca a lado de la obrera que tenía un niño gordo y risueño en brazos, ensuciándose mutuamente, desconfiando. Es cierto que en estas postales hay mucho de fantasía y que la desigualdad y la pobreza son trans-genéricas, pero hay momentos en los que uno cree que quizá el mundo tenga solución. Uno de ellos fue ver la alegría en Jacky, una empleada doméstica que trabaja en Providencia (y vive a dos horas de ahí), que decía: "Dónde sino, estaría hoy. Hoy hay que estar aquí".
Que una mujer separada, con tres hijos de dos padres distintos, torturada por la dictadura y encima de todo ello, agnóstica, sea la presidenta de Chile merece frases como las de Jacky.
Bachelet es una mujer que despierta admiración, no sólo por su consecuencia ideológica sino por una vida marcada por la adversidad y por el desencuentro que nunca la amilanaron ni la derrotaron, un ejemplo para todas esas mujeres que antes de tiempo se dejan ganar por la vida (o por el marido) y piensan que no pueden solas.
Hija de un militar encarcelado por traición a la patria durante el gobierno de Pinochet, torturado y asesinado; años después ella y su madre serían también detenidas y torturadas para luego escapar al exilio en Alemania Oriental. Militante socialista, vivió la traición muy de cerca, cuando su compañero sentimental fue torturado y entregó información valiosa sobre su entorno a los militares.
Bachelet había estudiado medicina y volvió a Chile en los ochenta, todavía durante el gobierno militar para ocuparse de niños pobres y de hijos de desaparecidos. Luego de cargos menores y un intento de hacer política sin mucho éxito, fue rescatada por el presidente Ricardo Lagos que la nombró Ministra de Salud con el objetivo de terminar con las colas del sistema en sus tres primeros meses en el cargo. No lo logró, mejoró radicalmente el sistema, pero las colas seguían; por eso presentó su renuncia y Lagos la rechazó.
Después vendría la consagración pública al ser nombrada ministra de defensa y subir a un tanque mientras los militares (los sacrosantos militares chilenos) la veían y saludaban con la mano en la gorra. No hay ambiente más masculino que el del ejército, ni donde se exprese la autoridad y el orden de forma más directa y allí estaba ella a pesar de haber sido torturada, un símbolo de la democratización de la sociedad chilena con quien supo sintonizar plenamente, representaba el cierre del círculo virtuoso de la reconciliación.
La noche del domingo rodeada por su madre y dos de sus hijas (rodeada solamente de mujeres) dijo: "¿Quien lo hubiera pensado amigas y amigos?, ¿quién lo hubiera pensado?, ¿quién hubiera pensado que Chile elegiría como Presidente a una mujer?.. Demostráremos que una nación puede volverse más próspera sin perder su alma. Que se puede crear riqueza sin contaminar el aire que respiramos o el agua que bebemos, trabajaré por todos los chilenos, por todos ustedes. A partir de este mismo instante sus esperanzas son las mías, sus anhelos son mis anhelos".
La multitud la miraba y deliraba cantando: "ya van a ver, ya van a ver, cuando las mujeres lleguemos al poder". El lunes por la mañana en las oficinas todas comentaban el hecho, algunas se abrazaban, otras solamente sonreían, eran todas cómplices de uno de los hechos más importantes que vivió la sociedad chilena en los últimos años y que demuestra la profunda y dolorosa transformación que está viviendo. Los hombres, bien gracias, apenas espectadores.
Uno nunca sabe qué va a pasar o si el futuro tendrá algo de postal o de documental en blanco y negro. Pero el país donde hace apenas cincuenta años no había voto femenino, donde hombres y mujeres votan en mesas separadas y donde hay una tradición machista excesiva, ahora está gobernada por una mujer. Las cosas están cambiando en Latinoamérica y se expresan en símbolos como éste.

La guitarra de Evo Morales

En las zonas que circundan el Lago Titikaka el azul es tan intenso, que el monocorde tono del adobe apenas lo contrasta. Pero no son los colores predominantes sino la ausencia de ellos lo que llama la atención. Por ejemplo, la del rojo furioso de Jorge Quiroga que en un intento desesperado al final de su campaña echó mano a la iconografía marxista sin resultado alguno, o la del naranja de Samuel Doria Medina que perdió hasta en Mecapaca donde tiene una fastuosa casa de fin de semana rodeada de chozas de campesinos a los cuales regaló alcantarillado, agua potable y litros de pintura.
Morales tuvo en todos esos lugares más del 60% de respaldo, y cerca de Cochabamba ?donde comenzó su carrera política?, hay poblaciones en las que el color azul del MAS logró la totalidad de los sufragios. En los barrios más ricos y excluyentes de La Paz, si uno tiene paciencia, puede ver a muchos blancos verbalizando con más rabia que antes su desprecio a los indios, mientras los campesinos responden con una sonrisa enigmática pensando que incluso allí su candidato a diputado ganó cómodamente.
Iván Arias, un experto en temas indígenas, sostiene que es posible que se esté construyendo una nueva hegemonía que romperá el empate histórico de los últimos años; el voto a Morales ?dice? se divide entre el esperanzado que cree que es un nuevo Mesías y el desesperado de la clase media, compuesta de votantes díscolos que coquetearon con Sánchez de Lozada, fueron seducidos luego por Carlos Mesa y que ahora se sumergen desnudos en el vendaval indígena.
En los cafés de La Paz uno de los principales temas de conversación son los nombres que se barajan para los ministerios claves, algunos sienten escalofríos cuando los escuchan y otros muestran cara de póquer; la realidad ?dicen? es una construcción disparatada, tanto como los rumores que afirman que Cuba y Venezuela se disputan encarnizadamente la reorganización de los servicios de inteligencia.
Mientras esos murmullos se escuchan (?mal intencionados y mentirosos?, explica un dirigente del MAS, ?son rumores, no hagas caso?, dice la canción), la posición oficial de tirios y troyanos es la de esperar. Scott McClellan, portavoz de la Casa Blanca, afirmó hace dos días que ?la relación (con Bolivia) se basará en su compromiso con la democracia?; lo cual quiere decir en buen cristiano: ?Veamos qué pasa y después hablamos?. Las primeras señales no han gustado a los americanos (subirse a un avión enviado por Fidel Castro junto a sesenta de sus colaboradores, o decirle a Chávez que siente que su gabinete está en Venezuela). Sin embargo, Evo todavía no se ha reunido con Lula, que quizá recomiende aspirinas para la resaca del triunfo.
Tampoco comenzó a gobernar. En Washington hacen bailes de gala y se puede ver a los presidentes electos bailando eufóricos en celebración de su triunfo, Evo, más simple, prefiere abrazarse con sus amigos y evitar la corbata. Gracias a Dios hay distancias culturales insalvables, aunque en buena parte del continente siga vigente ese refrán que dice ?otra cosa es con guitarra?.

* Sergio Molina Monasterios es analista de Imaginaccion Consultores

El poder de la democracia

Nunca antes un Presidente en Bolivia fue elegido así, nunca antes las esperanzas de los pobres y de los indígenas se encarnaron de esa forma. El triunfo de Evo Morales, por su contundencia, por haber sido una elección polarizada entre dos contendientes ideológicamente distintos, por haber sido nacional (tuvo una votación impresionante en Santa Cruz) es, sin duda, histórico. El único referente cercano es quizá el 10 de octubre de 1982 cuando se recuperó la democracia.
Bolivia siempre camina al filo de la cornisa, pero actos democráticos como el del domingo reafirman que es un país que pese a sus dificultades logra evitar la caída. En medio de todos los análisis negativos que se harán sobre el futuro (que sigue siendo muy incierto), es relevante consignar este dato.
No hay que olvidar, sin embargo, que altos dirigentes del MAS anunciaron esa misma noche que se realizarían asambleas populares para elegir a los ministros, mientras que el vicepresidente electo, Álvaro García Linera, decía que ?tiende las manos a los derrotados para que se sumen a esta revolución democrática?, al tiempo que prometía gobernar sin discriminar a ningún sector. Entre ambos extremos gobernará Morales.

Una prueba de fuego: la Constituyente

En meses más habrá una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución en temas como la tenencia de la tierra y la propiedad de los hidrocarburos. Habrá que ver cuál será el camino que tomará Evo: si el que señala García Linera o él de quienes consideran que el indigenismo marxista han llegado para retornar a una sociedad tribal ideal en la que no había clases sociales (y que en realidad jamás existió).
Es también una prueba de la correlación de fuerzas internacional porque la Constituyente es el mismo camino que eligió Hugo Chávez para imponer su modelo de gobierno. En cualquier caso la racionalidad política de Lula y Kirchner puede ser determinante a la hora de determinar el rumbo de Bolivia. Lula es fundamental en la vida política de Evo y probablemente será su mejor consejero.
De cualquier forma, al margen de la importancia del gas en esta elección o de las relaciones con sus vecinos, millones de bolivianos están esperanzados a que algo cambiará en sus vidas y que serán tenidos en cuenta por primera vez. Ese deseo cultural y casi metafísico difiere de la política que apenas es el arte de lo posible (o que es economía concentrada, como decía Lenin). No olvidemos cómo terminó el primer gobierno democrático boliviano en 1985: inmolándose para evitar el quiebre del orden institucional y responsable de la peor hiperinflación que se haya conocido. Si Evo logra superar esa amenaza que es la gran sombra de la izquierda en los últimos 20 años, quizá no logre crecimiento y desarrollo pero sí comenzar un proceso de inclusión social que todos debemos celebrar, aunque no sea suficiente para satisfacer las altísimas expectativas de millones bolivianos que creen que por fin ha llegado su hora.

* Sergio Molina Monasterios es analista internacional de Imaginacción Consultores