¿Se abre alguna oportunidad para Bolivia con Insulza en la OEA?

Las opiniones, invectivas, malos augurios, festejos y panegíricos por la elección de José Miguel Insulza al frente de la OEA continúan en todo el continente sin que sepamos de qué tanto sirven: si para dimensionar el peso específico de nuestros países, o inútiles por rampantes (al igual que esa organización o a pesar de ella misma).
Por lo demás, convengamos que fue un reconocimiento al papel cada vez más importante que Chile juega en la región, obviamente detrás de potencias latinoamericanas como Brasil y México (en constante pugna por la hegemonía continental), y constatación de que la economía chilena no sólo funciona sino que es modelo de estudio porque demuestra objetivamente que se puede reducir la pobreza y pensar en salir del subdesarrollo. Exactamente lo mismo que pasa con nuestras políticas económicas, sólo que en clave bizarra: reflejo distorsionado en un espejo que muestra cómo ambos países están en la lupa de las naciones, sólo que uno agobiado por el éxito y el otro deprimido por el conflicto.
Lo dicho al margen de nuestras diferencias históricas, justas y respetables y que merecen una solución que repare definitivamente la mutilación económica y cultural que significa la mediterraneidad, sin duda, una de las razones de nuestra angustia colectiva (los existencialistas dirían que apenas una de ellas, porque las demás tienen que ver con nosotros mismos) ¡pero vaya qué importante!
Tampoco es desdeñable analizar la sintonía alcanzada por el Presidente chileno Ricardo Lagos con los gobiernos más progresistas de la región (Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay) y la forma en que superó la oposición de los EEUU: la elección de Insulza es considerado el principal triunfo en materia internacional de Chile en las últimas décadas, porque permite dejar atrás la sensación de aislamiento regional que caracterizaba sus relaciones internacionales.
¿Qué hubo y hay resistencias a Insulza? sin duda, pero son más saludables que los consensos de elecciones pasadas que eran una señal del desinterés que suscitaba la OEA entre los países miembros; pero también en esa oposición hay que separar el trigo de la paja. Es cierto que a raíz de la elección Perú revivió otro episodio sonoro y mediático en las accidentadas relaciones que mantiene con Chile, pero todos coinciden en que es parte del show de distracción que intenta ocultar los serios problemas internos que atraviesa el gobierno de Toledo. Eso sí, nada de lo dicho impide a nuestros vecinos continuar con un impresionante intercambio comercial, inversiones en alza y los consabidos proyectos de compra y venta de gas (Perú, a diferencia de Bolivia, sabe que la diplomacia y los negocios son primos muy lejanos y que es mejor juntarlos solamente para las fiestas).
Otras resistencias son más entendibles: la mexicana, solidaria con su compatriota y representante perdedor Luis Ernesto Derbez; al igual que el voto testimonial de nuestra Cancillería que actuó dignamente dentro de lo previsible y lo posible (pensar que alguien ? ¿un supercanciller de capa y espada? ? hubiera podido intervenir en una disputa entre los pesos pesados del continente demuestra ingenuidad y debería hasta sonrojarnos, pero se sigue escribiendo con los higadillos y otras menudencias y se olvidan seso y entendederas.
Por lo mismo, nadie en la región da mucha credibilidad a las palabras de Fidel Castro (hoy por hoy muy venido a menos y en la etapa de desdecirse a sí mismo), por lo cual sumarse a las voces que piden que abandonemos la OEA, como la de Evo Morales (otro señor de triste figura), significaría aislar más a nuestro país y demostraría empíricamente la teoría del gordito de la pelota (sólo que en este caso en versión gore: no somos dueños de la pelota y estamos más bien flacos).
Finalmente, muchos coinciden en que Insulza puede ser la persona adecuada para darle otro matiz a la OEA, de forma que esa organización se convierta en un foro de mayor importancia política y resuelva su grave crisis económica. En ese sentido, su experiencia como ministro en distintas áreas durante más de una década (un récord que pocos pueden ostentar en el mundo democrático) y, sobre todo, su pragmatismo político (lo que le permitió impedir que Pinochet, bajo cuyo régimen sufrió persecución y exilio, fuera extraditado de Gran Bretaña a España) son credenciales que deberíamos mirar con más calma: Si bien ha sido un firme defensor de la política exterior chilena respecto a Bolivia, también ha sido uno de los canales más importante de diálogo y acercamiento entre ambos países, mucho más que la propia cancillería de ese país.
Los chinos dicen que la palabra crisis tiene dos significados: peligro y oportunidad, ¿no sería bueno mirar la elección de Insulza como una oportunidad? Su historia personal demuestra que no es alguien que le escabulla al bulto ni un político sectario, dos características difíciles de encontrar en el devaluado mercado de la diplomacia internacional.

*Sergio Molina Monasterios es cientista político

La ceremonia del adiós

Ayer Carlos Mesa ocupo nuevamente el horario estelar de CNN.
La cadena televisiva ha transmitido sus últimos tres discursos casi sin interrupciones, sea por la importancia del gas para la región; sea por una Ley de Hidrocarburos de la que están pendientes las empresas petroleras, sus gobiernos y los gobiernos con los que éstas hacen negocios; o, finalmente, por los avatares de la imprevisible y siempre agitada agenda política boliviana; todas ellas razones más que suficientes para que ese país sea una apuesta segura en prime time.
Pero a diferencia de sus primeros discursos cuando asumió la presidencia en octubre del 2003, a Mesa cada vez se lo nota más el peso excesivo que parece cargar sobre los hombros (incluso ya no es el orador privilegiado de antaño y se repite). No es extraño, entonces, que en lo que va del año haya renunciado dos veces, que muchos analistas bolivianos pronostiquen un empeoramiento mayor (si esto es posible) de la situación y que no sea descabellado prever el termino abrupto de su mandato presidencial (que debería llegar al 2007, pero que es un plazo geológico para la volátil política boliviana).
La Ley de Hidrocarburos aprobada por el Congreso y que ayer el Presidente vetó en vivo y en directo, cambiaba las condiciones de operación para las empresas petroleras, les incrementaba impuestos, les obligaba a migrar de contratos y definía el control de sus precios y sus ventas, cierto. Pero si bien era profundamente defectuosa, intentaba conciliar criterios extremos, por lo que recibió el rechazo unánime de tirios y troyanos: del MAS y todos aquellos que plantean un royalty del 50% o la nacionalización lisa y llana por un lado, y de las empresas petroleras y las elites regionales por el otro.
La Ley no se promulgó, además, por las fuertes presiones externas que sufre Bolivia: México y Perú mandando guiños amistosos; los exhortos argentinos para comprar más energético; la presencia determinante de Petrobrás y, por tanto, de Brasil en el negocio; las señales del FMI y otros organismos de cooperación multilateral; las declaraciones del departamento de Estado; y un largo etcétera de intereses contrapuestos.
Un diálogo con representantes de distintas organizaciones ha sido la forma en que el gobierno intenta salir del jaque en el que se encuentra, sin embargo, difícilmente logrará cambiar las posiciones radicalizadas de los sectores sociales y regionales, y es probable que el congreso utilice los mecanismos constitucionales con los que cuenta para promulgar la ley por su cuenta, lo que aislaría aún más al Poder Ejecutivo.
Las perspectivas no son nada halagüeñas, por eso el título de esta nota. Entre ayer y hoy los rumores sobre la renuncia de Carlos Mesa se incrementaron, y nuevamente se comienza a discutir la posibilidad de una convocatoria anticipada a elecciones para evitar las peores pesadillas: una salida violenta por la desesperación del MAS, que ve que la historia le pasa de frente (y poseedor de un fuerte y peligroso respaldo internacional); o un movimiento autoritario y antidemocrático de las elites; coincidiendo así los dos extremos, como Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola.

*Sergio Molina Monasterios es cientista político