La presencia fantasmagórica

Si de algo se enorgullecían los defensores de Augusto Pinochet ?que en Chile hay y muchos?, es de su desinteresado y altruista servicio a la patria. Lo que quiere decir que la suya no habría sido una dictadura bananera como la del resto de América Latina o África, que despojaron las alforjas de sus respectivos países en medio del fuego y la metralla, sino un gobierno austero y vanguardista.
Joaquín Lavín, el serio aspirante presidencial de la derecha que vio frustradas sus aspiraciones el 2000 por un puñado de votos, afirma en una estudiada (y limitada) sintaxis, que el legado de Pinochet se resume en que ?cambió Chile en lo económico y lo social para mejor? y, en que ?efectivamente se violaron los derechos humanos?.
Lo cual resume el imaginario hegemónico sobre la dictadura después de 14 años de accidentada transición: puso fin al ?desorden marxista? (el gobierno democrático de Salvador Allende); implementó medidas de modernización económica imprescindibles para el desarrollo actual (las privatizaciones y las reformas de libre mercado); y, para ser justos, cometió excesos en el cumplimiento de su deber (miles de torturados, muertos, desaparecidos y exiliados).
Por eso el descubrimiento de unas cuentas secretas en el banco Riggs (institución centenaria que ya es parte de la historia porque fue vendido y sus cenizas esparcidas al viento) conmovió profundamente a los fans de lo que en Chile se conoce como el ?legado de Pinochet?.

Una historia previsible

La historia es conocida y previsible: el subcomité de Investigaciones del Senado de Estados Unidos reveló la existencia de al menos seis cuentas secretas de Augusto Pinochet junto a las que tenía un dictador de Guinea Ecuatorial y políticos sauditas. El octogenario general abrió sus cuentas en 1994 y las cerró el 2002 y siempre mantuvo entre cuatro y ocho millones de dólares como saldo; en ese ínterin el banco le ayudó a crear dos empresas ficticias en Bahamas y eludió los pedidos del juez Baltasar Garzón quien había emitido una solicitud internacional para que sus fondos fuesen congelados cuando Pinochet estuvo detenido en Londres (las cuentas tuvieron movimientos y giros de cheques antes y después de que fuera declarado incapacitado para ser juzgado). Los tabloides se han dado un panzazo con el tema: La Nación tituló hace unos días ?Un demente brillante? y The Clinic: ?Los Pinocheiras? en referencia a ?los Pincheira? una banda de forajidos de una telenovela que arrasa sin piedad con el rating.
Paradojas de la vida, Carol Thompson, la ejecutiva que atendía personalmente al gobernante chileno, y que no quiere responder las llamadas de los periodistas porque sus abogados le han aconsejado callar, nació en Bolivia.
La noticia fue una bomba internacional: en EEUU, George Bush, en una reunión con Ricardo Lagos se refirió al tema (empañando una visita que el presidente chileno seguramente hubiera preferido versara sobre economía y no sobre política), y dijo que se investigaría a fondo; en Chile, el Consejo de Defensa del Estado, por una solicitud de la Cancillería, derivó el caso a la justicia quien nombró un juez en visita, Sergio Muñoz, uno de los más reconocidos por su actuación en otros casos emblemáticos como el de pederastia que sigue remeciendo a la política y los políticos chilenos.
Tanta fue la conmoción que el domingo una columna de opinión de un fervoroso defensor de Pinochet de la primera hora es reproducida como solicitada a expensas de un grupo de empresarios, en ella se dice entre líneas que mejor no investigar al general porque la izquierda (léase los gobiernos de la concertación), no tienen la conciencia limpia.
Sin embargo, la defensa ya no es tan cerrada como antaño, cuando Pinochet estuvo detenido en Londres o, ya en Chile, en las aperturas de nuevas o antiguas causas por violaciones a los derechos humanos. Es que la investigación en curso podría incluir lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y evasión de impuestos (ya se hizo la suma, y todas sus remuneraciones, sin gastar nada en su subsistencia, no superarían los tres millones de dólares).
Son delitos más pedestres y pueriles que la tortura, la desaparición o el asesinato pero, valga la paradoja, los únicos por los que realmente están preocupados sus militantes.

Figura del pasado

Pinochet es ?una figura del pasado? coinciden los políticos de derecha, el oficialismo y el propio comandante en jefe de las Fuerzas Armadas (además de, por supuesto, las encuestas de opinión), pero su presencia es innegable en la sociedad chilena. Para el establishment representa otra constatación del papel extraordinario de Chile en la historia, una prueba más de su predestinación.
Ese imaginario se sustenta en el imperio del orden y de la ley frente al desorden y la informalidad de sus vecinos; en la honestidad y probidad de sus hombres públicos incluso en dictadura, frente a la disipación y el cohecho de otras democracias latinoamericanas; y en esa entelequia depurada por los libros que algunos identifican como la institucionalidad Portaliana (un poderosos ministro del siglo XIX que es la fuente de la que todos los políticos beben insaciables).
Por eso esta investigación es tan dolorosa para la derecha, no tanto porque pudiera ocasionar otro ?boinazo? (sublevación militar a mediados de los 90 cuando se quiso investigar unos cheques girados a nombre del hijo mayor de Pinochet y cuya investigación fue archivada por razones de Estado, en uno de los momentos más endeble y oscuros de la transición democrática); en ese entonces la presencia era física en la comandancia de las Fuerzas Armadas y estaba sustentada en los fusiles. No. Es dolorosa porque afecta esa otra presencia fantasmagórica ?figuración vana de la inteligencia, desprovista de todo fundamento, dice el diccionario?, que se desvanece y esfuma, y que en cierto momento reconfortó a unos chilenos y martirizó a los otros.

El empate boliviano

En el ajedrez, las tablas significa igualdad de fuerzas: no hay posibilidades de que un jugador se imponga sobre el otro. La situación en Bolivia es semejante y obedece a varias razones históricas, entre ellas, la ausencia de una elite que genere liderazgo y ciertos consensos indispensables en el siglo XXI (economía de mercado, impulso de la iniciativa privada, expansión del mercado interno, etc.).
En el caso boliviano, el empate de fuerzas comenzó a gestarse el año 2000 cuando se manifestó por primera vez la fortaleza del movimiento campesino y la decadencia del sistema político tradicional, lo cual tuvo su correlato simbólico en el tipo de protesta utilizado: el bloqueo de caminos. El empate se dotaba de su instrumento privilegiado.
Sin embargo, la crisis terminal no se desencadenó sino hasta el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, cuando fue derrocado el más importante representante de una hegemonía que había liderado al país durante veintiún años de democracia.
Pero el descalabro no dio paso a una nueva elite fortalecida, capaz de conducir y revitalizar al Estado, sino a la dictadura de minorías activas (sectores representativos de pequeños grupos con un altísimo poder de movilización) que se apoderaron de la vida pública boliviana. De forma que una de estas minorías subsiste en el Parlamento (los restos del sistema político tradicional), otra en el Ejecutivo (sectores sobrevivientes del anterior gobierno, intelectuales de clase media y profesionales liberales); junto a muchas otras repartidas por el país: Los movimientos cívicos de El Alto o el de Santa Cruz; los cocaleros del Chapare, etc. etc. Ninguna de ellas con la capacidad para generar una hegemonía que se imponga democráticamente (tampoco por la fuerza, como es el deseo de algunos), en una muestra infinita de fragmentación del poder.
Empate, entonces, que continuará en el tiempo con el único peligro de que varias de ellas se unifiquen (como la consigna de negarse a exportar gas por Chile en el caso de Sánchez de Lozada). En ese sentido, Mesa está demostrando mejores reflejos políticos, y cede para sobrevivir.
Otros ingredientes que se debe agregar a este complejo escenario son los movimientos cívicos regionales, sobre todo el cruceño, que si bien sigue siendo provinciano y no logra convertirse en referente nacional, es quizá el liderazgo más serio que existe actualmente.
Si la situación se torna insostenible, la alternativa democrática es adelantar las elecciones, una posibilidad que no descarta nadie, y que significaría un nuevo presidente (Evo Morales o algún político ligado a la elite tradicional) con mayor fortaleza que el actual. Sin embargo, Morales ha hecho explícito su deseo de llegar a la presidencia para estatizar los hidrocarburos, lo cual significaría volver a una discusión ya superada en los `70 en Latinoamérica.
En resumen, la situación es cada vez más incierta y es probable que se incremente la espiral de violencia, sin perspectivas de que surja un liderazgo moderno y democrático que reinvente Bolivia y que permita que sus ciudadanos vuelvan a creer y tener esperanzas en sí mismos.


Sergio Molina M. es cientista político. Consultor de la empresa de comunicación estratégica Imaginacción

¿Se abre alguna oportunidad para Bolivia con Insulza en la OEA?

Las opiniones, invectivas, malos augurios, festejos y panegíricos por la elección de José Miguel Insulza al frente de la OEA continúan en todo el continente sin que sepamos de qué tanto sirven: si para dimensionar el peso específico de nuestros países, o inútiles por rampantes (al igual que esa organización o a pesar de ella misma).
Por lo demás, convengamos que fue un reconocimiento al papel cada vez más importante que Chile juega en la región, obviamente detrás de potencias latinoamericanas como Brasil y México (en constante pugna por la hegemonía continental), y constatación de que la economía chilena no sólo funciona sino que es modelo de estudio porque demuestra objetivamente que se puede reducir la pobreza y pensar en salir del subdesarrollo. Exactamente lo mismo que pasa con nuestras políticas económicas, sólo que en clave bizarra: reflejo distorsionado en un espejo que muestra cómo ambos países están en la lupa de las naciones, sólo que uno agobiado por el éxito y el otro deprimido por el conflicto.
Lo dicho al margen de nuestras diferencias históricas, justas y respetables y que merecen una solución que repare definitivamente la mutilación económica y cultural que significa la mediterraneidad, sin duda, una de las razones de nuestra angustia colectiva (los existencialistas dirían que apenas una de ellas, porque las demás tienen que ver con nosotros mismos) ¡pero vaya qué importante!
Tampoco es desdeñable analizar la sintonía alcanzada por el Presidente chileno Ricardo Lagos con los gobiernos más progresistas de la región (Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay) y la forma en que superó la oposición de los EEUU: la elección de Insulza es considerado el principal triunfo en materia internacional de Chile en las últimas décadas, porque permite dejar atrás la sensación de aislamiento regional que caracterizaba sus relaciones internacionales.
¿Qué hubo y hay resistencias a Insulza? sin duda, pero son más saludables que los consensos de elecciones pasadas que eran una señal del desinterés que suscitaba la OEA entre los países miembros; pero también en esa oposición hay que separar el trigo de la paja. Es cierto que a raíz de la elección Perú revivió otro episodio sonoro y mediático en las accidentadas relaciones que mantiene con Chile, pero todos coinciden en que es parte del show de distracción que intenta ocultar los serios problemas internos que atraviesa el gobierno de Toledo. Eso sí, nada de lo dicho impide a nuestros vecinos continuar con un impresionante intercambio comercial, inversiones en alza y los consabidos proyectos de compra y venta de gas (Perú, a diferencia de Bolivia, sabe que la diplomacia y los negocios son primos muy lejanos y que es mejor juntarlos solamente para las fiestas).
Otras resistencias son más entendibles: la mexicana, solidaria con su compatriota y representante perdedor Luis Ernesto Derbez; al igual que el voto testimonial de nuestra Cancillería que actuó dignamente dentro de lo previsible y lo posible (pensar que alguien ? ¿un supercanciller de capa y espada? ? hubiera podido intervenir en una disputa entre los pesos pesados del continente demuestra ingenuidad y debería hasta sonrojarnos, pero se sigue escribiendo con los higadillos y otras menudencias y se olvidan seso y entendederas.
Por lo mismo, nadie en la región da mucha credibilidad a las palabras de Fidel Castro (hoy por hoy muy venido a menos y en la etapa de desdecirse a sí mismo), por lo cual sumarse a las voces que piden que abandonemos la OEA, como la de Evo Morales (otro señor de triste figura), significaría aislar más a nuestro país y demostraría empíricamente la teoría del gordito de la pelota (sólo que en este caso en versión gore: no somos dueños de la pelota y estamos más bien flacos).
Finalmente, muchos coinciden en que Insulza puede ser la persona adecuada para darle otro matiz a la OEA, de forma que esa organización se convierta en un foro de mayor importancia política y resuelva su grave crisis económica. En ese sentido, su experiencia como ministro en distintas áreas durante más de una década (un récord que pocos pueden ostentar en el mundo democrático) y, sobre todo, su pragmatismo político (lo que le permitió impedir que Pinochet, bajo cuyo régimen sufrió persecución y exilio, fuera extraditado de Gran Bretaña a España) son credenciales que deberíamos mirar con más calma: Si bien ha sido un firme defensor de la política exterior chilena respecto a Bolivia, también ha sido uno de los canales más importante de diálogo y acercamiento entre ambos países, mucho más que la propia cancillería de ese país.
Los chinos dicen que la palabra crisis tiene dos significados: peligro y oportunidad, ¿no sería bueno mirar la elección de Insulza como una oportunidad? Su historia personal demuestra que no es alguien que le escabulla al bulto ni un político sectario, dos características difíciles de encontrar en el devaluado mercado de la diplomacia internacional.

*Sergio Molina Monasterios es cientista político